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Penurias de un sistema de salud en crisis

Jessica Tasón | Crítica en Línea

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A diario se registran accidentes en las diferentes vías de la ciudad. La atención en las salas de urgencias es criticada por los afectados. (Foto: Ilustrativas)

Eran aproximadamente las 10:00 a.m.; iba conversando con mi papá, que manejaba el carro de mi hermano. Nos dirigíamos desde La Chorrera hacia Panamá a la cita de los 5 meses de mi hija, Isabela Mariana. Yo por supuesto iba sentada en uno de los puestos de atrás y mi bebé estaba al lado mío en su silla de seguridad. �Gracias a Dios!

En el camino, teníamos que pasar a buscar a mi mamá en la Escuela de Chapala, porque ella sería quien se quedaría con mi bebé en la cita, y yo me iría hacia mi trabajo.

Todo pasó muy rápido, entramos a Chapala y cuando estábamos en la vía principal, a menos de 40 km

h, mi papá me previene que nos íbamos a chocar: �Tatiiiii! El golpe fue muy fuerte, yo gritaba sumamente asustada y mi bebé no paraba de llorar. En segundos ya estábamos rodeados de curiosos y minutos más tarde llegaron los bomberos y la Policía.

Yo saqué a mi bebé de su silla y gritaba que llamaran una ambulancia, uno de los bomberos se acercó a mí y me dijo que ya venía la� ambulancia en camino, mientras que revisaba a mi hija encontrándole un golpe en su cabecita. Luego me preguntó si me dolía algo, sólo le� repetía que tenía un fuerte dolor en el pecho, pero mi preocupación era mi hija, que la revisaran y me dijeran que estaba bien.

Llamé a mi mamá que, en menos de 5 minutos, llegó al lugar de los hechos, también llamé a mi hermano, quien tampoco demoró en llegar.

Una señora muy amable al ver que yo no paraba de llorar me consiguió agua. Cuando se me pasó un poco lo aturdida y perturbada que me encontraba, pude percatarme de que la parte de adelante del carro nuevo de mi hermano estaba destruida y que la bolsa de aire protegió a mi papá de golpes mayores. También me di cuenta de que el taxi, que en ningún momento hizo el alto correspondiente, estaba metido en una cuneta, y había una mujer atrapada en el vehículo. Como siempre, el causante de este accidente solo tenía rasguños.

La ambulancia llegó, la prioridad era la mujer que acababan de sacar los bomberos, la subieron en ella y luego a mí y a mi hija, que la� tenía en brazos mi mamá. Desde el accidente hasta este punto no pasó más de 30 minutos, el� dilema fue la llegada al Hospital Nicolás Solano como a las 11:30 a.m. Yo me bajé como pude y una de las paramédicos me dijo que me� regresara a la entrada y me buscó una silla de ruedas. Nos pasaron a una sala de espera en urgencias, y allí comenzó el calvario, pasaron como 15 minutos y nadie nos tomaba los datos. No se veía movimiento siquiera de que nos fueran a atender, por lo que mi tía fue a la recepción y entonces vino una de las secretarias a tomarnos los datos, esto fue 18 minutos después de mi llegada.

Cuando llegamos a aquella sala, sólo había un hombre, una hora más tarde estaba repleta, y se acerca un doctor preguntando: �Quiénes son las del accidente? Me acerco a él, pues ya una enfermera me había mandado a bajarme de la silla de rueda porque la necesitaba. Le enseño el golpe de mi hija en la cabeza y lo vio por encima y dice: �ah!, ya, y luego me dice que le muestre mi pecho para revisar mi golpe, también por encima. Curiosamente en ese momento leía un letrero pegado en la pared que decía las urgencias críticas, y una de ellas era dolor toráxico.

Pasada una hora y media mi mamá se levanta y le pregunta a una de las enfermeras cuándo me van a pasar a un consultorio para que me atiendan, y la señora le contesta que están en cambio de turno. �Por Dios, entonces en los cambios de turno no hay urgencias! Como periodista, comencé a llamar a unos contactos de Salud para contarles lo que me estaba ocurriendo y para ver si me ayudaban, pues no podía salir de ese hospital, ya que era un caso policivo.

Una de mis contactos me mandó a una colega, y dos horas después de mi llegada baja el director médico dando excusas, esto fue a la 1:30 p.m., entonces me atendió un médico que, entre tanta espera y malas atenciones, tengo que reconocer que me dio buena atención a mí y a mi hija. Le tomaron placas a mi bebé y no tenía fractura -gran alivio en ese momento-, luego a mí y bueno tenía el síndrome del latigazo y una lesión en el esternón. Cuando me estaban atendiendo llegó mi papá, quien también estaba muy golpeado, pero que se mantuvo en el lugar de los hechos viendo lo de la grúa. El salió del hospital como a las 4: 00 p.m. Inconforme me sentí por cómo se me trató, hasta pusieron en los documentos que mi bebé de 5 meses tenía un año y seis meses y que yo con 26 años tenía dos años y siete meses. �Por favor, hay que tener más cuidado!

Esta es sólo una de las muchas historias, que tienen que contarse para que verdaderamente exista un cambio en el personal que atiende en los sistemas públicos de salud, desde el aseador hasta los galenos, porque los panameños merecen calidad en su atención. Esta es mi segunda experiencia mala en dicho hospital, cuando iba a tener a mi bebé me dio preclamsia y a eso de las 6 de la tarde llegué y no me atendieron si no hasta las 11 de la noche. Me dijeron que me iban a dejar hospitalizada y como prácticamente iba solo a dormir en el hospital pues no me daban nada, ni me hacían nada, sólo me canalizaron y me inyectaron agua porque no me pusieron intravenosa, mi familia decidió sacarme de allí por mi seguridad y la de mi bebé.

Que triste es no tener los recursos para atenderse en clínicas privadas en vez de hospitales públicos, porque aunque los mismos� médicos trabajan en ambos lugares, la atención es sumamente distinta. Lo que se requiere es un cambio de actitud, para que no siga jugando con la vida de las personas.

DETALLES
Llegar a un hospital público en un momento de urgencia puede convertirse en la peor pesadilla de los panameños.



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