Somos un pueblo joven, pero opacado por un modo lento de pensar, es de urgencia motivarnos para que salgamos de las sombras, asomando los rostros risueños con una percepción diferente, tomando nuevos horizontes, ante los semblantes anunciatrices de la reluciente aurora.
La persistente iniciativa del dirigente inteligente debe inclinarse hacia los propósitos fundamentales concurrentes a que la luz prevalezca, jamás he conocido, ni he tenido referencias de pueblos que hayan permanecido para siempre en la oscuridad.
Los abandonados no se deben dejar abandonar, los retrocesos cuando son muy desiguales, suelen venir acompañados de saldos negativos multiplicadores. Nuestras proyecciones reclaman fijar sus miradas en el futuro, las urgencias existen, los minutos, los años, el estomago también, pero no les debemos dejar caer la sabiduría sólo a este órgano, de lo contrario, todo se centraría en los deseos de esta víscera de pretensiones desmedidas e incontrolables. Una palabra culminante antes de volver a la lucha se hace grande, pues tiene la magnificencia de lo portento, brega endilgada para una nación ilustre, tomando el gusto a lo ideal, ese es el sendero ventilado por la razón. La política bien encausada es como una obra de arte labrada con iluminado empeño, donde guarda prominencia lo sublime, obedeciendo a lo tonificante, aportando las condiciones favorables para triunfar. El progreso con trabas, no representa el avance genuino, adolece de traspiés, en consecuencias es enfermizo, padeciendo de una especie de desquiciamiento trágico.
Las grandes epopeyas sociales actuales son las debacles que ostentan los hechos aborrecibles de nuestro tiempo. Ser el censor severo de estas fases fatales donde se logra entrever el acto y entreacto a la vez de este drama, cuyo eje ineludible es el sufrido social, premia eliminar. Punto determinante que ordena lo que va del mal al bien, de lo injusto a lo justo y de lo falso a lo verdadero; brindando las condiciones ideales para que todo se cumpla al pie de la letra.
