Viajar en avión sobre la provincia de Darién es ver los efectos de la destrucción de bosques.
Para conseguir potreros o vender madera, los árboles darienitas caen ante las implacables motosierras y hachas.
Pero no sólo en Darién encontramos la destrucción de nuestros bosques.
En las ciudades principales del país, este asesinato de árboles ocurre para construir viviendas.
Por otros países, los arquitectos e ingenieros se las ingenian para aprovechar los árboles como"valor colateral" a sus proyectos.
Aquí no le extrañe que al planificar un complejo de casas, lo primero que se haga es tumbar los árboles. Conseguirán sin muchos problemas los permisos correspondientes.
Muchos sabemos los beneficios de los árboles, siendo principal el oxígeno, que es básico para la vida.
Los que tenemos nuestros buenos años, recordamos cómo en los años cincuenta había bastante fresco en la capital. Y el sol no quemaba mucho como ahora, cuando se sufre los efectos del hueco en la capa de ozono y el efecto"invernadero".
Seríamos ciegos si no aceptamos que hay personas que luchan a favor de nuestros árboles y contra la deforestación.
Allí están las organizaciones ambientalistas, que a veces no tienen ni el mínimo recurso para sus programas.
Alguna que otra empresa privada se ha unido en los últimos años a esta campaña. Hay que reconocer a una firma de celulares, que inició un programa para evitar la contaminación con sus aparatos viejos... a cambio de sembrar árboles en sitios que lo necesitan.
Ahora con la estación lluviosa aparece lo que tiene muchos años de ocurrir. Inundaciones, derrumbes y otros daños que sufrimos se deben a la destrucción de la vegetación.
Creo que deberíamos promover lo que se podría llamar una"cultura de la reforestación y conservación de nuestros bosques".
No se trata de evitar la construcción de viviendas, pero que se haga sin tumbar árboles. Además, recuerden que las barriadas nuevas deben tener un espacio para parques con árboles.
Siempre viene a mi mente en esta época lo que hizo mi padre hace casi cien años, cuando estuvo de maestro de primaria.
Le pidió a los niños que un sábado llevaran las"pepas más grandes" de sus frutas preferidas. Con sus alumnos fueron sembrándolas en sitios donde no serían dañados los árboles, como en las cercas de potreros.
No tienen que ser enormes árboles lo que se siembre. En un departamento sin patio, podrían sembrarse arbustos que también ayudarían al oxígeno, crearían sombras... y �belleza!
