Lograr la excelencia en un trabajo es sumamente difícil. Pero con razón se dice que es más fácil llegar a la cima que mantenerse.
Este refrán explica a cabalidad el rápido ascenso y estrepitosa caída de muchos atletas panameños -en particular boxeadores- y es oportuno usar este espacio para felictar y al mismo tiempo dar un consejo de corazón a nuestro nuevo campeón mundial de boxeo, Anselmo "Chemito" Moreno.
Cuando un boxeador llega a la cumbre (o cuando cree que ha llegado), la tortilla de sus vidas se voltea de tal forma que de un día a otro, parece que estuviesen en los zapatos de otra persona.
Quienes antes los ignoraban y les decían que nunca llegaríamos a nada, ahora los buscan con abrazos y palabras de felicitación. "Sabíamos que lo lograrías", dicen. De repente, comienzan a abrirse puertas que antes se les cerraban en las narices. Mujeres que ni siquiera se fijaban en ellos guiñan los ojos y sonríen de forma invitante. El acceso al placer se multiplica exponencialmente.
Pero todos ellos son gente interesada. Buscan a los exitosos para chuparles la sangre y exprimirlos hasta dejarlos secos como una ciruela pasa. Los de mente débil se dejan llevar por este mundo ilusorio que se abre ante sus ojos, y dejan de entrenar, se van de fiesta en fiesta, comienzan a beber, comer, a meterse droga y a engordar. Cada nueva pelea es más difícil hacer el peso. Y tarde o temprano, el estilo de vida desordenado los noquea, más que los rivales.
Y la sangre de los perdedores tiene mal sabor para las sanguijuelas y manzanillos. Cuando caes en la podrida, todos salen huyendo.
Esto le ha pasado a todos los grandes boxeadores. Casos como los de Hilario Zapata y "El Loco" Mosquera están entre los más dramáticos. Chemito, ahora mismo es tiempo de celebrar, pero pronto hay que reenfocarse porque ahora es que comenzó la parte dura: la de mantenerse.