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Sin embargo, no sé regalar

Redacción | Cr�tica en L�nea

La alegría de muchos se refleja en sus rostros cuando alguien, ya sea un amigo o una persona que quiere hacer alguna deferencia, le entrega un obsequio rectangular forrado. Todos ya se imaginan que lo que hay dentro es, por su puesto, una botella de licor.

Dentro de los obsequios que prefieren los adultos en Panamá no debe faltar una botella de guaro. Así es nuestra cultura. Apostamos más por un regalo que se esfuma después de una "juma de cholo" que por algo que perdure como un bello recuerdo.

Usualmente para fin de año es una época donde salen a flote dos tipos de sentimientos ocultos en los hombres. Uno de ellos es la hipocresía y la otra el amor de verdad, pues hay gente amargada que ha sido toda su vida infeliz y que en la última recta del año intentan proyectar lo que nunca han sido en su vida, regalando a todos cuanta cosa puedan.

Hay otros ciudadanos que respiran un ambiente diferente. Son aquellos que sí creen en el amor hacia los demás y se dan cuenta a tiempo que no vale la pena vivir desgraciados toda su vida. Creen no solo que la Navidad se celebra el nacimiento del Salvador de este mundo, sino que todos los días es Navidad, pues dan amor por el resto de su vida. Le explican a las personas que uno mayor que nosotros nos amó tanto que dio su vida en la cruz.

Es época es muy linda, pero a la vez algo triste porque pensamos en lo que no tienen nada en sus mesas. Pensamos también en aquellos que no tienen un hogar donde pasarla.

Es una fecha es propicia para regalar y dar sin mirar a quién, pero hay muchos que confunden que harán feliz a alguien dándole una botella de licor, sin saber tal vez que ésta represente la separación de un hogar o, lo que es peor, la muerte del individuo.

No es malo regalar. Es algo hermoso hacerlo cuando nos motivamos desde el corazón. Es muy lindo cuando lo hacemos de verdad y no cuando lo hacemos por interés.

Si por una casualidad de la vida usted acaba de leer este escrito y tenía ya empacada una botella de licor, pregúntese primero si vale la pena. Si está seguro, hágalo. Si no lo está, cámbielo por algo que a la persona que usted lo conserve y le recuerde.



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