CUARTILLAS
Carros
Buscar el voto de los indecisos es la gran tarea
de todo político. Y no hay regla escrita que indique qué argumento
servirá para atraerlos hacia un bando determinado. Por lo general
votan por cualquier razón, menos las de importancia democrática.
Milcíades A. Ortiz Jr.
Cada vez que veo una caravana
de automóviles respaldando a un político o una acción
política (como la del Referéndum), pienso en el antiguo vecino
Alfonso Young, ya fallecido. Mi mente se va por el túnel del tiempo
a por lo menos cuarenta años atrás...
Veo a Alfonso lleno de vida y entusiasmo, convertido en todo un mozo
de veinte y tantos años, viendo pasar una caravana de autos por la
vía España, a la entrada de la calle Primera Parque Lefevre.
Yo aparezco a su lado, alto y flaco (aunque no lo crean ahora por mi
sobrepeso), siendo un muchacho de apenas más de quince años.
Curioso por las cuestiones de la política, hablaba mucho con el vecino,
quien estaba metido en algunas actividades partidarias.
Con una sonrisa de satisfacción Alfonso me dijo: "Viste la
gran cantidad de automóviles que iba en la caravana...Ya ganamos
la elección".
Yo sabía muy pocas cosas de partidos y política, pero no
estaba de acuerdo con el grupo que defendía Alfonso. Así que
le dije: "Sí, son muchos carros, pero recuerda que los carros
no votan...".
Y esa frase de que los "carros no votan", me ha seguido por
más de cuarenta años, pues aparece cada vez que hay una caravana
política en el país.
(En aquella ocasión Alfonso contraatacó mi argumento, señalando
que los carros no andaban solos, y que adentro había gente que sí
votaba. Yo le riposté alegando que serían uno o dos por auto,
y no la gran cantidad que aparentaba la caravana, y que se medía
por kilómetros.).
Resulta que para hacer una exitosa caravana de autos hay que contar con
mucha gente que lo respalden a uno que tengan auto... y quieran participar
en la actividad. O, de lo contrario, hay que tener dinero para alquilar
carros y conductores para "hacer bulto", cosa que no es tan difícil
si se cuenta con plata en grandes cantidades.
Además, ¿quién garantiza que esa gente que maneja
los autos votará por determinado partido a la hora de la elección?
Siempre recuerdo las lecciones de los últimos comicios de la dictadura
de Noriega. En la misma mesa, donde votaron los miembros de las Fuerzas
de Defensa perdió el candidato norieguista. Esto señalaba
que ni su misma gente quería que siguiera gobernando el dictador
"cara de piña".
Así que muchos carros en una caravana no significa que tal o cual
grupo político ganará las elecciones o el referéndum.
Siguiendo con la política, debo decir que las elecciones la ganan
los indecisos, que son precisamente los que no están comprometidos
con ninguno de los bandos en pugna.
Por lo general en una situación política la gente toma
partido por cada bando, pero queda un sector que a veces llega a ser la
tercera parte del electorado, que no tiene preferencia por ninguno de los
candidatos.
Son estos indecisos los que inclinarán la balanza hacia uno u
otro lado, al momento de la elección, si es que deciden votar. Porque
hay que añadir que al fenómeno de la indecisión se
une el del ausentismo, que muchas veces es superior al número de
votantes.
¿Por qué la gente no vota? Porque no cree que su voto será
tomado en cuenta. O porque considera que los candidatos no sirven. O no
les interesa lo que pasa en su patria, ya que no será afectado con
un cambio de gobierno.
Hay elecciones en Latinoamérica donde solamente vota la tercera
parte de los electores, lo que indica que quien triunfe tendrá la
minoría de los ciudadanos del país. No será un mandatario
con respaldo popular, porque lo eligió una minoría.
Aunque se alegue que los que valen son quienes voten, hay que buscar
la manera de que mayor cantidad de personas exprese su opinión en
unas elecciones. Así es como funciona bien la democracia.
Buscar el voto de los indecisos es la gran tarea de todo político.
Y no hay regla escrita que indique qué argumento servirá para
atraerlos hacia un bando determinado. Por lo general votan por cualquier
razón, menos las de importancia democrática.
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