En las últimas semanas se han registrado confrontaciones entre organizaciones obreras de la industria de la construcción. La tragedia que hace poco tocó las puertas de un proyecto en el corregimiento de San Francisco, atizó las diferencias sindicales.
No existe dudas que el SUNTRACS es el principal sindicato de la industria, lugar que se ha ganado por su lucha permanente en las calles y los beneficios logrados con la negociación de convenciones colectivas con las empresas afiliadas a la CAPAC.
Sin embargo, sus dirigentes deben entender que el resto de las organizaciones representativas de los obreros merecen respeto. En todo caso, son los afiliados los que garantizan la existencia o no de un sindicato.
Las estadísticas del Ministerio de Trabajo revelan que en Panamá hay 677 sindicatos. El Estado panameño es signatario de convenios de la OIT sobre la libertad sindical.
Tildar de amarillo a un sindicato no es lo más correcto. El Código de Trabajo y otras legislaciones establecen los requisitos para organizar y afiliarse a un sindicato y para otorgarle personería jurídica a esas organizaciones.
En todo caso, si un sindicato es amarillo o plegado a la patronal, sus propios afiliados tienen la libertad de abandonarlo o exigir una actuación adecuada de sus dirigentes.
El protagonizar peleas de sindicalistas frente a las cámaras de televisión envía un mal mensaje al resto de la sociedad, que reclama que sus dirigentes desarrollen debates altura, sin recurrir a la violencia ni a la diatriba.
Ojalá que los hechos registrados recientemente entre dirigentes obreros llame a la reflexión a sus dirigentes que deben entender que en el campo del sindicalismo debe haber democracia y respeto.