No siempre la ley es justa. Por eso se dice que es ciega. A veces el camino está algo torcido. Más no debe ser sorda y menos muda. Su cumplimiento debe basarse en un orden lógico.
Por eso la justicia tarda pero llega. Y es basada en estos razonamientos populares que consideramos que la lucha por establecer una ley y un orden a nuestra sociedad, requiere de análisis y tacto al plantear cómo vamos a enfrentar la inseguridad que afecta la integridad física, emocional y espiritual de este país.
No trata sólo de favorecer mediante decretos a un grupo en especial. No se refiere a otorgar poderes plenipotenciarios a cualquier persona, sea militar o civil. Está en juego la estabilidad y democracia obtenida a fuego y sangre. La gravedad del incremento delictivo ya trastornó la paz social de Panamá.
Los cambios deben ser profundos en una estructura policial, cuya política formativa debe descartar el sentido dictatorial. La sociedad panameña requiere de "un lobo feroz" contra los delincuentes, .más no intimidante con la población. El trauma militar aún guarda profundas raíces en el sentimiento de los panameños. Ya sea que callen o protesten con relación a este fantasma sombrío.
Lo cierto es que el tratamiento legal al orden ciudadano debe estar regido por una consulta, cuyos principios básicos vayan acordes con los intereses de la patria.
Estimada a la ligera la opinión pública en estos asuntos provoca desazón y escepticismo. La cadena de delitos no acaba en una cárcel. Está probado que continúan en ella.
La seguridad ciudadana requiere de armonía y compromiso por parte de la sociedad y autoridades, en aplicación y cumplimiento de la ley y el orden.