Periodista
En esto del diálogo para buscar acuerdos en torno a la ley 30, al "Gobierno del Cambio", le tocó bailar con las dos más feas de la fiesta, los sindicatos y el opositor PRD, que si bien, públicamente, han anunciado su soltería, en la intimidad se manejan como un matrimonio en el aniversario de sus bodas de plata.
Sólo una legislación impopular como la Ley 30 pudo provocar un romance entre los sindicalistas y el PRD, antagónicos por historia, principios e intereses, un romance que si bien es apasionado tiene fecha de cumpleaños, porque no se trata de amor genuino, sino de una simple atracción del momento.
Si los sindicalistas se levantan de la mesa del diálogo, el encuentro caminará más rápido, sin interrupciones, sin retrasos, sin posiciones intransigentes, porque ellos nunca están de acuerdo con ninguna propuesta, venga de donde venga, de cualquier gobierno, del PRD, de los panameñistas o cidicianos.
El PRD por su parte, dentro o fuera del baile, se mantendrá firme en su posición como principal partido de oposición, cuestionando, criticando, denunciando abusos, actos de corrupción, ese es su papel, generar ingobernabilidad y confusión, se entiende.
Se trata del baile de los intranquilos, de los que no ven con buenos ojos ninguna de las acciones del gobierno de Martinelli, aunque sean buenas.
Si la gente del SUNTRACS o de FRENADESO abandona el baile, éste no se acabará. El opositor PRD, en ese sentido es más inteligente, no es lo mismo escuchar historias de lo buena que estuvo la fiesta, que haber disfrutado de ella, incluso aunque hayas asistido a la misma en calidad de paracaidista.
No me sorprende la decisión de abandonar la mesa del diálogo. Para ellos, los diálogos, esos que incluyen palabras y aportes inteligentes, son improductivos, a ellos les gusta conversar en las calles, con el ruido de las piedras y de las bocinas de los autos.
Si los sindicalistas se levantan de la mesa, nadie extrañará su presencia ni el PRD, su enamorado del momento, pero se acabará en parte el baile de los intranquilos.
Al PRD le tocará amenizar la fiesta, ponerle picante y criticar el vestido, la música, la comida del dueño del Show, y bailar aunque no le guste, "suelto y pegao", con el que camina en los zapatos del pueblo.
