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Recordando a Brasil

Luis Romero* | Para Cr�tica en L�nea

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Brasil.

"Hola Luis, necesito saber qué me puedes contar de Brasil". Así comenzó esta historia, que al principio rechacé; después de todo, regresé hace quince años.

Aquí me encuentro buscando qué decir de Brasil, de mis amistades, de mi aprendizaje en los años de estudio.

Antes de llegar al Brasil, se tiene esa estúpida idea, esa mítica idea de que el mundo brasileño se reduce en una playa, con una cervecita, un buen partido de fútbol y una noche de carnaval.

Nada más alejado de la vida real: la playa es una escuela donde se aprende a amar la naturaleza (y las naturalezas).

El fútbol es entrega, es asociación, es barrio, es identificación, es fuerza, es raza.

El carnaval es protesta, es el momento en que el pueblo pobre se hace Rey y todos bailan y danzan en �sus comparsas�, es expresión, es allí donde se puede gritar sobre lo que se vive, lo que se quiere y en lo que se cree, el carnaval es� la esperanza de cambiar el mañana cuando termine la folia.

Pero hay un lugar, definido en una palabra, que también envuelve el ser brasileño�la conversación en el �barzinho�, punto de encuentro para rechacer el mundo, para encontrar los amores (aún cuando fueran sólo para verlos pasar como lo hacía Vinicius), para los negocios, para los amigos perdidos, los amigos desinteresados, los amigos espontáneos.

Al final, eso también es Brasil la espontaneidad expuesta a flor de piel, el inventar para el mejor compartir, el compartir lo poco que se pueda.

Yo no sé si realmente se pueda definir Brasil, porque Brasil no se define, se impregna en las células y no se te sale más nunca.

Tal vez le hablaría de mis amigos y amigas de universidad, que hoy caminan en medio de letras e imágenes como los futuros intelectuales que se adueñarán de su país algún día, o de mi garganta sin voz a la salida de una tarde de Maracaná después de ver �o Flamenco jogar�, tal vez te mencione la Escuela de Samba Portela y eso no significará gran cosa para ti, o te explique el placer de un atardecer en la playa de Ipanema, de caminar de madrugada en Copacabana y meterte por horas en una librería, de bailar samba en la Estudiantina, o en el Bola Preta.

Brasil es mucho más que mis ocho años en Río de Janeiro, es alegría desde Natal hasta Porto Alegre, es la belleza y el orden de Curitiba, las noches estrelladas de Porto Seguro, el camino de piedra del �Pelorinho� en Salvador, Bahía, es el misterio de Brasilia y la fuerza de la ciudad de Sao Paulo.

Doy una sola recomendación. Cuando vayas, nunca permitas echar raíces, crear lazos, no hagas de la amistad una filosofía de vida, no le sonrías a ninguna chica en la playa, porque todos estos recuerdos quedaran impregnados en tu cuerpo como un tatuaje que no podrías borrar de tu memoria y que volverán para deliciosamente atormentarte cada 7 de septiembre con la mejor de las �saudades� y perdona, pero ésta palabra no tiene traducción.

(Graduado en Brasil)



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