La humanidad no se ha puesto a reparar todo el daño que ha hecho en contra de la naturaleza. Pocos recuerdan los años en que las grandes industrias viciaron al atmósfera de gases venenosos, de cuando las superpotencias detonaban gigantescas bombas de en los paradisíacos atolones del Pacífico y en la tundra congelada de Siberia.
Los líderes y políticos del mundo consumista se olvidaron de las alertas de los ecologistas, de que la deforestación tarde o temprano provocaría desastres en el medio ambiente. Nadie hizo caso y todos se hicieron los locos.
Hoy, la naturaleza ha tomado partido y cobra venganza. Es increíble ver al majestuoso río Amazonas totalmente seco, en donde los peces y la fauna sufren por la peor sequía en medio siglo que afecta a Brasil.
�Cuándo acá ocurrían 21 huracanes de tremenda intensidad y que éstos destruyeran grandes ciudades en Caribe, México, Centroamérica y Estados Unidos? Nueva Orleáns fue el ejemplo de la furia de los ciclones tropicales.
En la cumbre sobre el Medio Ambiente de Río de Janeiro, en 1992, la ONU y los ambientalistas habían advertido de que el mundo corría el riesgo de sufrir grandes catástrofes por la ignorancia humana y la poca responsabilidad en proteger los recursos naturales.
Panamá no escapa a esta situación. Ya en el 2003 y el 2004 sufrimos inundaciones que cobraron vida y provocaron cuantiosos daños materiales. Por ello, es hora que el Gobierno prepare una plan para salvaguardar a la población en caso de desastres.
Es imperante que las naciones comprendan que protegiendo el entorno y evitando la deforestación , frenaremos las violentas reacciones de la naturaleza y de la Madre Tierra.