Rubén Blades, el hoy ministro de Turismo, escribió hace algún tiempo la canción "Sicarios", donde describía a manera de crónica social, ese fenómeno de la violencia que se circunscribía a Colombia. Pero desde hace algunos años, los carteles suramericanos han exportado a Panamá la actividad de los asesinos a sueldo.
Los recientes tumbes de droga han hecho que desde el Sur lleguen los sicarios para "recoger" a panameños, que le han birlado sus cargamentos de cocaína o dinero producto de sus transacciones ilícitas.
Las actividades de los sicarios se remonta a la década del 80. Su capital era Medellín. Los carteles le entregaban una foto de la víctima al gatillero y éste se trepaba en su motocicleta para ejecutar la labor. El pago era por delante.
Un informe de inteligencia elaborado por la Policía Nacional, que se remonta al año 2004, advertía para entonces de la presencia de un grupo de sicarios colombianos, que habían llegado al país "para darle muerte a los responsables de un tumbe" de un cargamento de casi 500 kilos de cocaína.
Los colombianos se movilizaban en autos alquilados y se hospedaban en hoteles de la Vía España. Los blancos para entonces serían cinco panameños, que habían realizado el tumbe y se distribuyeron la cocaína a partes iguales.
Los sicarios extranjeros contactan a "colegas" panameños, quienes le colaborarían ejecuciones para hacer cumplir la orden del cartel.
Con todo el poder económica que genera el tráfico de drogas, los sicarios realizaban su trabajo de inteligencia para ubicar los lugares donde residen los tumbadores. A los matones locales le daban hasta 500 balboas para cubrir los gastos de movilización y para sobornar a los policías en caso de ser detenidos en algún retén.
En los últimos años se han dado varios casos de ejecuciones con las señales distintivas de los sicarios. Areas solitarias cercanas al embarcadero de Llano Bonito, así como zonas de Arraiján son algunos de los puntos donde han aparecido cadáveres con las señales distintivas de los sicarios.