Morena, una adolescente panameña con el VIH/SIDA, es hija de una mujer que escapó de su casa a los 13 años porque el padrastro la violó. Sin saber que tenía el virus, esta mujer contagió a quien sería el padre de la chica.
Morena tiene una hermana que no nació con el virus, pero infortunadamente su segunda hermanita murió a los 2 meses de nacida porque su mamá estaba ya prácticamente en la etapa SIDA.
Cuando Morena cumplió 3 años, una muerte en extremo prematura le quitó el aliento a su madre, quien tenía 19 años. Por si fuera poco, cuando la chica llegó a los 12 años, murió su padre, quien tenía 33. Los dos murieron de SIDA y hasta que pudo, el hombre sostenía económicamente a sus hijas con la venta de frutas y manejando un taxi.
Es entonces cuando la joven se entera que desde que nació, ella tenía el virus.
La chica cuenta su testimonio en el libro "Y ni siquiera lloré". Su voz se une a la de otras niñas y adolescentes latinoamericanas viviendo con VIH/SIDA que comparten sus sueños, visiones, miedos y demás sentimientos.
El título del libro expresa su intención: la esperanza de encontrar respuesta a sus interrogantes y de recibir la solidaridad para construir un futuro que las incluya.
Sus testimonios los recogió la periodista María Mansilla. La mayoría de ellos en Panamá, durante el primer congreso de Mujeres, Niñas y Adolescentes de Latinoamérica y el Caribe viviendo con VIH/SIDA, organizado por ICW Latina.
ROSTRO A LA EPIDEMIA
En ese congreso las mujeres, adolescentes y niñas de la región le pusieron rostro a la epidemia y constituyen un ejemplo mundial, dice al introducir la obra, Nils Kastberg, director regional para América Latina y el Caribe de UNICEF.
Morena tiene ahora 18 años y tuvo su primer hijo a los 17. La bebé nació positiva, pero está bien de salud.
Cuando sus padres murieron, Morena quedó al cuidado de su abuela, y junto a su hermanita vivió una historia similar a la de su madre: fueron violadas por el abuelastro, pero quien las cuidaba no les creyó.
La chica fue llevada entonces a un centro de menores donde conoció a un joven también interno que había nacido con el VIH/SIDA, y concibieron a la bebé.
Morena dice que en la escuela siempre escuchaba palabras de discriminación hacia las personas viviendo con VIH/SIDA, por eso no contaba su situación. Pero se lo confió a su mejor amiga, y en ese momento lloró. Lloró no porque estuviera afligida por el virus, sino por ver que alguien derramara lágrimas por ella.
HAY UN FUTURO
Morena tiene planes de terminar su bachillerato, aunque su dispersa familia le ha dicho que se va a morir. "Yo les tengo que enseñar que puedo ser hasta mejor que ellos. No me voy a poner a tomar alcohol o consumir drogas o prostituirme porque mi familia no me quiere; no, no es así", confiesa.
La chica sostiene que si algo debe cambiar, es que las personas que viven con VIH/SIDA se anden quejando de que las contagiaron, de que tienen el virus, cuando lo que realmente pasa es que tienen otra situación de vida.
"..yo me siento igual que todas las adolescentes", confiesa quien le aconseja a los chicos y chicas en su situación, tomar los medicamentos al día, que recurran a métodos de prevención, que cuiden de los demás y.."que no se pierdan en otro mundo".