Como todos los años, diciembre es la época cuando el consumismo se manifiesta en su máxima expresión. Pero, desgraciadamente, también los asaltos y los robos.
De hecho, aunque los registros oficiales pudieran indicar una baja de los casos delictivos, hay que tomar en cuenta que por lo menos, parte de los delitos, no se denuncian por temor a represalias o por la falta de confianza en la efectividad real de los sistemas ya sean policivos o judiciales.
Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la violencia es un problema de salud pública. Cada año, más de 300 mil personas mueren por violencia, suicidios o daños por accidentes. Además, el 33 por ciento de las mujeres de entre 16 y 49 años, en algún momento de su vida, han sido víctimas de abuso sexual.
Pero, considero de especial importancia por sus efectos psicológicos, el aumento de los robos a mano armada en las casas. Para los especialistas en criminología, un asalto en el hogar, puede tener más consecuencias para las víctimas, que uno acaecido en la calle.
Existen estudios que advierten que cuando los asaltos son en las casas, se da una sensación equivalente a una violación. Se produce el denominado estrés post traumático, que causaría un enorme sufrimiento y angustia, ya que las víctimas no pueden dormir, ni descansar en sus propias casas.
Me imagino que muchos de los panameños que han sido objeto de robos en sus casas, han mostrado cambios notorios en sus trabajos, ya que persiste el miedo a vivir otro robo, elevando los niveles de hipersensibilidad y de depresión.
Todo esto hace necesario y fundamental, alcanzar una mejor coordinación entre los agentes del orden y los vecinos organizados de la comunidad, a fin de poder proteger mejor nuestras casas.
