Caudillo, ejército y pueblo”

Si usted y la cuarta parte de los omnívoros de la tierra, no estuviesen tan afanados buscando el dinero a cada segundo, hace tiempo que hubiese nacido

Julio César Caicedo / Julio César Caicedo

Si usted y la cuarta parte de los omnívoros de la tierra, no estuviesen tan afanados buscando el dinero a cada segundo, hace tiempo que hubiese nacido un sociólogo con la fórmula ideal para vivir menos atropellados aquí en este planeta. Cuando se vino abajo el muro de Berlín, un destacado pensador gringo de apellido japonés (Fukuyama), dijo que se había dado el comienzo al fin de la historia, pues quedaría un solo modo de producción en la tierra con las bases de la democracia, el capitalismo, etc, etc.

Pero se equivocó porque allá abajo en Argentina había un ventrudo sociólogo, peronista y futbolista llamado: Norberto Ceresole, que inventó la desastrosa formula: “Caudillo, ejército y pueblo”. Invento que promete acabar con todas las democracias en donde los políticos son mal vistos por separarse de la sociedad en que viven.

Este batido tenebroso cuyo autor gracias a Dios se murió y está sentado a la izquierda del Diablo, tiene para los defraudados genéticos de Marx y Engels el mismo valor, que para los que sabemos tuvo o tiene la tabla con que bajó Moisés de la montaña (Dominio total).

De la tabla de salvación del gaucho, se aferró la minoría que manda en Cuba, encargándose de enseñársela con pocos contenedores de saliva nada menos que al más indicado en determinado momento: ¡Chávez! y miren el éxito. Triunfo que se define con un caudillo que le paga bien a su ejército y mantiene al pueblo con la barriga llena a base de expropiaciones y allanamientos. Que reprime a la minoritaria clase media y destruye a la todavía más pequeña clase empresarial que son los que producen las riquezas en cualquier parte.

Y al final todos quedan huntados y con el mal tufo a lo que creen que es oro, pero realmente es mierda frotada con trapeadores aceitados de chabacanería, vulgaridad y desparpajo. Ceserone se aseguró que su obra debilitara al poder judicial, que perdiera toda su independencia el poder legislativo ajustándose a los deseos del ejecutivo y que los procesos electorales no garantizaran la libertad del sufragio.



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