El mendigo, ¿quién es?
Reverendo Cuenta la popular novelista española Emilia Pardo Bazán que había un hombre llamado Eudoro que se asoció con un vecino suyo. En pocas semanas, el
Cuenta la popular novelista española Emilia Pardo Bazán que había un hombre llamado Eudoro que se asoció con un vecino suyo. En pocas semanas, el vecino había hundido a Eudoro en el descrédito al denigrarlo públicamente.
A pesar de eso, una noche que Eudoro volvía a su casa vio que dos desconocidos golpeaban al vecino. Sin pensarlo siquiera, corrió a defenderlo. Después que huyeron los asaltantes, Eudoro regresó por donde había venido.
Cuando solo faltaban dos cuadras para llegar a su casa, Eudoro se encontró con un mendigo que le pidió un pedazo de pan. Además de darle unas monedas, lo invitó a que cenara con él en su casa. Antes de despedirse, el mendigo le dijo a Eudoro que había tan poca gente buena que muchas veces le tocaba acostarse con hambre, así que agradecía mucho el favor de Eudoro al haber no solo suplido su necesidad física, sino también al haberle brindado su amistad. En esto, la novelista Pardo Bazán identifica al mendigo como Jesucristo.
¿Cuántas no son las personas que tienen que aguantar hambre a causa de la dureza del corazón de sus semejantes? Si bien es cierto que hay personas que pueden trabajar y que, por perezosas, prefieren la vida de un mendigo, también se cruzan por nuestra vida personas de veras necesitadas.
Trasladando a sus oyentes al juicio final, Cristo le dirige la palabra a uno de dos grupos que han de comparecer ante Él, y condena al infierno a todos los de ese grupo dándoles las siguientes razones: «Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron».
Cuando los condenados le contestan: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?», Él les responde: «Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí. Aquellos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».
Más vale que, al igual que Eudoro, tratemos con caridad a los necesitados que se crucen en nuestro camino. Así en el juicio final, Jesucristo podrá decirnos a nosotros: «Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo... Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí».