Llegó
Los niños nos reuníamos a hablar de lo que habíamos pedido al Niño Dios. En los hogares adornaban arbolitos de Navidad. Familias planificadoras guardaban bolas, focos, guirnaldas
Los niños nos reuníamos a hablar de lo que habíamos pedido al Niño Dios. En los hogares adornaban arbolitos de Navidad. Familias planificadoras guardaban bolas, focos, guirnaldas y hasta pelo de ángel del año pasado. Sacarlos de cajetas era tarea de los niños, siempre y cuando no rompieran algo. Decían que quien hacía por varios años un Nacimiento era recompensado con una casa. Aunque ya nosotros teníamos vivienda, mi madre seguía haciendo el Pesebre. Y lo cuidaba de nosotros, que por jugar quitábamos algunas figuras o las cambiábamos.
Entre las maldades de niños recuerdo la “cacería de bolas de Navidad”. Con escopetas de balín, salíamos a escondidas por la noche. El éxito era romper los “angelitos” y estrellas que ponían al final del árbol. Una vez golpeamos un cable y... ¡se fue la luz en toda la casa! Los adultos tenían también sus regalos. Eran artefactos de sonido. Entonces sucedía una especie de competencia entre vecinos. Uno no podía quedarse atrás y había que buscar nuestro componente. Cuando apareció la televisión en blanco y negro, se convirtió en un símbolo de “status” (posición social).
En las fiestas de Navidad se reunían parientes que no se veían en un año. Los primos conversábamos sobre el tema del momento: ¿qué juguetes nos dejará Santa Claus? Junto a los juguetes aparecían los “empachos” por haber comido mucho. Todo formaba parte de la Navidad...