Nomás ese verso: ‘En Antón hasta el cura es ladrón’

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Por Julio César Caicedo Mendieta.

El robo de las campanas en la principal iglesia de Antón no es obra de ladrones expertos con salud mental y económica, sino más bien de sufridas criaturas de DS llamadas “piedreros” que por la sustitución de los económicos pedacitos de piedra por las costosas drogas de laboratorio se esfuerzan en robar cosas y cositas para aliviar sus terribles ansiedades.

Un dólar cuesta un pedacito de carrizo con un polvo que inhalan miles de jóvenes panameños, con tanta desesperación que hacen sangrar sus narices sin darse cuenta. En términos relativos, Antón es uno de los menos afectados por este problema social, lo que pasa es que los indigentes de ese pueblo de DS no tienen el mercado para “rebuscarse” como en los bolsones poblacionales de la ciudad de Panamá y de otros suburbios urbanos en donde crece la hierba mala, o sea, el 99% de los políticos de hoy metidos en partidos políticos, junto con el resto de la indefensa comunidad panameña, que ya parece no poder vivir sin esos perversos que se valen de dádivas, dinero y engaños.

Por eso, anoté en mi nonagésimo tercer libro de apuntes esta fecha: 07/28/2018 con la siguiente leyenda: Siendo las 9:00 a.m., empapado como un perro capireño debajo de un aguacero de octubre, entre por primera vez en mi vida, con el sombrero en la mano, a la principal iglesia antonera distinguida como emblemática en el país, a no dudarlo por el milagroso Cristo de Esquipulas. Entre rezando por el pasillo del centro como los cortejos fúnebres, las celebraciones matrimoniales y los indigentes cuando no hay nadie.

Caminé con los ojos apretados, me detuve cuando sentí que estaba frente al crucificado, no me arrodillé, pero me senté a terminar mi particular padre nuestro varias veces y cuando desperté de mi meditación casi trascedental, me di cuenta de que la iglesia estaba repleta de niños muy silenciosos o muy asustados con mi presencia, estaban divididos en grupitos de 20 y atendidos por catequistas que los preparaban para la primera comunión, para a su tiempo ser contagiados por la hierba mala del país que cumple 115 años.

Por lo tanto, mientras no despertemos y comencemos a arrancar poco a poco de raíz, la cizaña y el comportamiento de los políticos, la situación que vivimos en Panamá se repetirá año tras año, con la sencillez que los perros orinan sobre los hidrantes y las llantas de los carros. Ya sabe, compa, nuestros niños son el futuro de nuestro pueblo, lo malo es que son tan nobles e inocentes como una esponja fregadora. Felicitaciones a las catequistas de Antón por su labor, y les confieso que yo también me asusté cuando las vi con los niños que parecían angelitos.

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