Opinión - 16/3/14 - 12:38 AM

Rescate del Olvido Manuel E. Amador en la Plástica Panameña

Continuación del artículo publicado en la sección - En pocas palabras /del diario La Prensa/jueves 4 de noviembre de 1982, Guillermo Sánchez Borbón. Y junto a

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José Morales Vásquez / Investigador de Arte

Continuación del artículo publicado en la sección - En pocas palabras /del diario La Prensa/jueves 4 de noviembre de 1982, Guillermo Sánchez Borbón.

Y junto a ese su risueño sentido de la vida y su edificante pudor artístico había en don Manuel un desinterés y una modestia solo posible en espíritus muy grandes. Suma de cualidades que le vincularon de modo natural al grupo de nuestros pintores jóvenes, para quienes fue el hermano experimentado, el compañero menos exigente, el más osado y optimista”.

He transcrito el juicio de un testigo tan calificado como Rodrigo Miró, porque se me ocurre que es el mejor homenaje que podemos rendirle a Manuel E. Amador en el Día de la Bandera.

En épocas segunda era / página 2 / abril de 2003. (Documentos para el Centenario). Transcribo el artículo titulado -Cómo se hizo la Bandera Panameña-.

Pocos meses antes de su muerte, ocurrida el 12 de noviembre de 1952, D. Manuel E. Amador, el llamado “Padre de la Bandera Nacional”, a petición del prestigioso historiador Ernesto J. Castillero escribió, en su sala de enfermo del Hospital Santo Tomás, la historia de la bandera. He aquí ese interesante documento.

Hospital Santo Tomás – Septiembre 7 de 1951.

Don Ernesto J. Castillero me manifestó ha bastante tiempo, en simpática carta, el deseo de contar entre su documentación una reseña hológrafa mía relativa a la génesis de nuestra bandera, y su petición obligante y honrosa no recibió la debida atención entonces, por lo cual recabo de él la gracia de su perdón pasando ahora a cumplir con el buen amigo, eximio historiador y dilecto compatriota, desde esta casa de salud en la forma siguiente:

Eran días de serias expectativas y extrema nerviosidades aquellos, los últimos de la segunda mitad de octubre de 1903, para cierto grupo de ciudadanos que había tomado sobre sí la tarea de ultimar los planes que debían realizar el anhelo larga y unánimemente sentido por los panameños de constituir una patria para nosotros. Para esa época ocupaba yo el puesto de Secretario de Hacienda en la administración del nunca bien recordado gobernador del extinto Departamento, Don José Domingo de Obaldía, y era mi costumbre siempre al regresar a mi domicilio llegar un rato al de mi padre, sito (sic) entonces arriba de la casa bancaria Ehrman y Compañía, en la plaza de la Catedral, hoy parque de la Independencia.

Uno de tales días cuya fecha precisa ha escapado infortunadamente de mi memoria, esperábamos el regreso de mi padre de una de las sesiones de los conjurados, alrededor del mediodía. Doña María su esposa y yo, ansiosos de conocer las últimas. Llegó con algunos retrasos y visiblemente fatigado, recostose en el diván y cuando hubo tomado aliento díjonos: “El proyecto de bandera de la señora B. Varilla fue unánimemente rechazado, primero porque se trata de una dama extranjera y después porque en colores, diseños e ideas difiere muy poco de la americana. Pero el problema está en que ellos quieren que yo haga una o consiga quien la haga. Lo primero es imposible porque me falta idea y lo segundo es por demás expuesto”. Tras estas palabras me puse enérgicamente de pies e invitelos a seguirme hasta un viejo escritorio que mi padre mantenía en perfecto orden para los fines de su pequeño negocio de valores.

Una vez allí, mis ojos captaron la presencia de unos lápices de colores que venían de Viena, siempre tarjado con exquisito esmero. Intuitivamente tomelo en mi mano y extrayendo una hoja de papel blanco de una gaveta, tracé una raya vertical para simular un asta, luego hacia la derecha para simular una bandera tracé un cuadrilátero oblongo. Sobre este tracé en toda su extensión dos rayas en cruz que me dio como resultado cuatro cuarteles; en el superior izquierdo, contiguo al asta tracé crudamente el contorno de una estrella de cinco puntas que teñí en toda su superficie de azul, y en el cuartel inferior derecho tracé una estrella igual que teñí de rojo.

Continúa el domingo.


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