Opinión - 18/3/14 - 10:51 PM

Viento

B usqué un sitio donde estacionar mi auto sin que se lo fuera a llevar una grúa y tener que pagar dinero para que lo devuelvan. Estaba

Por: -

Milcíades Ortiz / Milcíades Ortiz

B usqué un sitio donde estacionar mi auto sin que se lo fuera a llevar una grúa y tener que pagar dinero para que lo devuelvan. Estaba cerca del Atlapa. No podía creer que debajo de unos frondosos árboles pudiese dejarlo. Como los periodistas deben "confirmar" los hechos, inspeccioné otros carros para ver si tenían boletas de tránsito por mal estacionados. ¡Suerte! Todo era correcto. Realicé la diligencia. Al regresar no pude resistir disfrutar la brisa que circulaba por un pasillo entre enormes y costosos edificios de oficinas y departamentos. Unos obreros me miraron curiosos cuando me senté en una pequeña cerca. Mi mente se fue por el "túnel del tiempo" a más de medio siglo atrás.

De niño y joven recorrí esos lugares que eran distintos. Recordé que donde está el Atlapa había sitios de distracción popular. Eran una mezcla de salón de baile, restaurante y cantina. Se iba a disfrutar la brisa marina, especialmente los fines de semana. Ver la luna llena encima de la bahía que no estaba hedionda, era romántico. Bailar boleros en "un ladrillo" deben recordarlos personas de la tercera edad. El progreso ha cambiado todo en pocos años. De niño me escapaba de la casa y con mi hermano íbamos a bañarnos a las playas de San Francisco. Veíamos panameños recogiendo almejas donde ahora hay lama putrefacta. Otros con destornillador en mano abrían crustáceos pegados a las rocas y se los comían crudos con limón.

Pescadores de Boca la Caja y San Sebastián lanzaban redes para sacar peces que vendían en la comunidad y los consumían sin peligro. Se podía bañar en esas aguas sin "pescar" infecciones. Los fines de semana se hacían "picnics" en la arena de las playas que rodean Panamá La Vieja. No era raro buscar cangrejos morados en la lama por donde hay modernas carreteras y viviendas. Claro que no puedo negar el progreso de aquella ciudad de mi niñez en que la vida era más sencilla. No había que ponerse "bloqueador" para evitar que el ardiente sol nos afectara porque falta capa de ozono. Pero la selva de concreto y acero no ha podido evitar que el viento marino circule llevando frescor y recuerdos...


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