Rosa regresa más delgada, pero feliz

La Miss llegó junto con a padres y, nada más salir al pasillo de pasajeros, fue ovacionada. Los gritos de alegría no se hicieron esperar.
Rosa Iveth Montezuma junto a su abuela

Rosa Iveth Montezuma junto a su abuela

Por: Alexis Alonso / Crítica -

Con poco maquillaje y mucho más delgada, pesando 97 libras de las 102 con las que salió de Panamá, Rosa Iveth Montezuma llegó al aeropuerto Internacional de Tocumen, tras su participación en el Miss Universo en Tailandia.
El ambiente en la terminal aérea era de fiesta. Se escuchaba una murga y la buena vibra de la gente reinó en el lugar.
La Miss llegó junto con a padres y, nada más salir al pasillo de pasajeros, fue ovacionada. Los gritos de alegría no se hicieron esperar.

Entre los presentes en el aeropuerto destacaba una pareja muy especial, vestidos de enaguas, los abuelos de Rosa, la esperaron pacientes para abrazarla y besarla. Tras compartir momentos con sus familiares, Rosa no pudo contener las lágrimas.
Periodistas presentes en la terminal aérea le preguntaron
por el comentario que publicó en su cuenta de Instagram, en el que escribió “Dios hará justicia ante tanta adversidad. Todo tiene un propósito”.
La chica explicó con la voz quebrada que hay personas que no la quieren, “me ofenden y me dicen cosas…y lo único que he hecho es ir representar a Panamá en un concurso, sé que no son todos”. Igual Montezuma agradeció a todas personas que le han mostrado su cariño.

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Con poco maquillaje y vestida de pantalón rojo y camisa sin mangas de colores, la joven indígena volvió a encantar con su sonrisa sincera y la característica amabilidad.
“Me siento muy contenta, gracias al pueblo panameño por el apoyo, por ese gran amor que me tienen”, dijo. Además afirma que le quedaron muchos proyectos por desarrollar y confirmó que seguirá trabajando para beneficio de los pueblos índígenas”.
Rosa afirmó que hizo muchas amistades, pero, en cuanto a propuestas a desarrollar, no recibió ninguna en firme. Su padre, visiblemente emocionado, contó que cuando caminaban por las calles de Bangkok, los transeuntes gritaban el nombre de Panamá para dirigirse a su hija, lo que lo llenaba de orgullo.

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