Dulce Ana, una hondureña de 63 años que es trabajadora sexual en Panamá, describe la realidad de un oficio en el que se le señala, cuestiona y aparta. La mujer afirma que al igual que como cualquier otro ser humano, quienes ejercen la prostitución tienen sentimientos, se enamoran y muchas se convierten en madres. De su trabajo se habla mucho, sin embargo se desconoce interioridades de su vida. De cómo inició su vida como trabajadora sexual, prefiere no hablar. Dulce es una fiel creyente de Dios, y sus metas futuras van encaminadas a brindar apoyo a la juventud.
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