El Vidajena

Por: Redacción -

El compadre Eliodoro decía que el compadrazgo es más que un parentesco, una hermandad. Y que el mal del compadre o el de la comadre debe ser el del compadre, que así lo manda la ley de diosito y hay que cumplirla, y agregaba que su compadre Gelo es como un familiar más en su chantin de la vieja casa de inquilinato con su patio limoso.

Vivimos tiempos difíciles en que una inflación galopante ha colocado los precios de la canasta alimenticia por las nubes, por lo cual hay familias en el patio limoso que si comen una vez al día es mucho. A veces no tienen ni para una librita de mondongo.

Tal es el caso del compadre Gelo, recién llegado de su pueblecito interiorano, montaña adentro. Hacía muchos años que Eliodoro le bautizó una hija al compadre Gelo. Ahora volvían a verlo, pero en circunstancias difíciles para los dos, porque no vayan a creer que Eliodoro estaba en una buena posición económica.

Lo que ganaba en la fábrica bien que mal le alcanzaba para que no le faltara el mondongo a su bellísima curvilínea, la cholita Sara, todo un monumento de mujer. Eliodoro ignoraba que el compadre Gelo bebía los vientos por Sara, que es una mujer sensual aunque ella trate de disimularlo.

Cuando apareció el compa Gelo, hambriento, con las ropas sucias y raídas por el uso y el abuso, Eliodoro lo recibió en su chantin, le dijo que podía dormir en el altillo que tienen todos los cuartos de la gente pobre.

Y es más, le dijo que iba a hablar con don Frank, el multimillonario dueño de la fábrica y de muchos otros negocios que lo han convertido en uno de los más ricos de Panamá, superado por don Creso y don Midas.

Tenemos que decir que a Sara no le era indiferente el compadre Gelo. Era del tipo de fulanos que siempre gustaron a la

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