El Vidajena
Las proximidades del antiguo mercado público sigue convertida en una zona roja, ya que en esta área abundan prostitutas y sus mantenidos, traficantes de drogas, mujeres ladronas que forman parte de pandillas que " bolsean" a los borrachos cuando se los llevan a la pensión a discutir por dónde le entra el agua al coco.
Antes, habían unas cuantas cantinas con mujeres de la vida airada, pero últimamente, de la noche a la mañana, han brotado como la mala hierba cantinas-cabarets donde proliferan prostitutas colombianas, dominicanas y nicaragüenses. Los asaltantes hacen su agosto en compañía de las guiales y a veces no se contentan con robar al cristiano, sino que también meten su cualquier puñalada o un plomazo.
Las damas de las noches panameñas estaban preocupadas. Una de ellas, Belkis, bastante joven y algo feúcha, era la líder de las otras que la escuchaban atentamente. La cantina-discoteca y cabaret, y demás hierbas aromáticas disponía de cinco televisores plasma de cien pulgadas donde exhibían películas pornográficas. Belkis les decía qué tenían que hacer porque las dominicanas, colombianas y nicaragüenses les estaban quitando los clientes.
"El vidajena", que estaba muy bien achantado en la barra, bajando una pintilla, les dijo que se estaban dejando desplazar por las extranjeras, porque las de aquí son muy groseras.
Cuando un cliente les pide una pinta poco falta para que se la tiren encima. No le dan vaso, no le ponen una servilleta, a menos que le estén sirviendo al chulo.
Ah y si el panameño es feo, las llama varias veces y ellas se entretienen dejándose manosear por el chulo, un negro gigantesco que le sirve de guardaespaldas y a ese sí que les dan los tragos gratis, aunque tengan que soportar una buena lavada de parte del dueño, un conocido traficante de blancas relacionado con los narcos.
La cosa es diferente con las alternadoras y cantineras extranjeras. Estas sirven la pinta envuelta en una servilleta y le dirigen una sonrisa coquetona al cliente, aunque sea más feo que el fantasma de la ópera.
Y si el pasiero las invita a sentarse en sus piernas, a tirar jarabe de pico, la extranjera se vuelve melosa y se sienta en las piernas del buaycito, y la hembrita fula y de ojos azules poco falta para que se coma a besos al pasierazo.
El Vidajena les siguió diciendo, que por otro lado están contribuyendo a crear una imagen negativa de los panameños, (as) porque los turistas que frecuentan esos cuartuchos cuando van en busca de emociones fuertes, y las groseras advierten que no les agrada el man, estos se llevan una mala impresión de Panamá.
Por eso ha habido casos de turistas ricachones que se han casado con alternadoras extranjeras, las han llevado a sus países y allá viven como reinas. Y ustedes siguen en la misma mediocridad de siempre.
Belkis capitaneó a las alternadoras del patio, en la cantina donde agacha el lomo y también junto a las de los otros bebederos.
Iban a entablar una guerra contra las foráneas. Ah, pero las de afuera no eran mancas y cuando se enfrentaron de madrugada, por lo que antes era el terraplén, los pasieros chuposos no querían que sus paisitos se estropearan, las querían lindas y no con las bocas partidas, las narices desviadas, etc.
Pero eso fue por el gusto, porque las damas de la noche, tanto panameñas como extranjeras se dieron puñete, jalones de cabellos, mordidas y arañazos. De pronto llegó la policía y las separó con bastante dificultad.
Los médicos, dirigidos por el doctor Esculapio y las enfermeras, dirigidas por Florence Nightingale tuvieron que sudar la gota gorda para curar a más de cincuenta alternadoras. Afuera las esperaban los chulos.
Luego, cada una fue a las pensiones donde estaban hospedadas y las panameñas a los cuartos del patio limoso donde las aguardaban sus hijos llorando de hambre.
Tome nota.