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VIOLENCIA. UNA SOCIEDAD SE DESANGRA POR LA INTOLERANCIA
Juventud Interrumpida
La familia de Carlos Alberto Rodríguez Duffus solicitó ayuda a las autoridades para poder sepultar al joven, pues no estaban preparados para un gasto imprevisto como un funeral que nadie espera, pero que siempre llega.

Luis Carlos Rodriguez | Cr�tica en L�nea

Una desconsolada madre no puede borrar de su mente el fatídico instante en que su hijo menor fue cruelmente asesinado, justo afuera de su vivienda.

La señora Elizabeth Duffus es una mujer de coraje, durante mucho tiempo ha trabajado como buhonera para sacar adelante a sus cuatro hijos y construir con su propio esfuerzo su hogar en el Sector 4 de Cerro Batea, en el distrito de San Miguelito.

La vida para ella no ha sido fácil, pero lo que quizás nunca le pasó por su mente fue que viviría el instante más triste por el que ninguna madre quisiera pasar: la pérdida de un hijo.

Aun está clara en su mente la escena cuando la tarde del viernes, su hijo menor Carlos Antonio Rodríguez Duffus, quien recién el 2 de marzo acababa de cumplir los 18 años, se encontraba hablando por teléfono celular en un poste al lado de su vivienda.

De forma repentina a Carlos Antonio se le acercaron dos sujetos, quienes sin mediar palabras le dispararon por la espalda; el joven intentó incorporarse y escapar, pero fue rematado cuando estaba en el suelo.

En total fueron seis los disparos que recibió y a pesar de que fue llevado en un taxi hasta la policlínica Generoso Guardia, falleció en el camino.

Casi al borde del llanto, Doña Elizabeth dijo ser consciente de que a su hijo lo mataron por algo, porque a nadie le dan tantos tiros de la nada, pero lo que sí aseguró es que su hijo no era un muchacho que pertenecía a bandas, ni era delincuente, ni consumidor de drogas.

Era muy jovial y le encantaba estar reunido con sus amistades, pero algo que le apasionaba eran las motocicletas, por lo que soñaba conseguir un trabajo en el que tuviera que utilizar este vehículo.

Paradójicamente, Carlos deseaba tanto llegar a la mayoría de edad y obtener su cédula de identidad personal, pero físicamente nunca la tuvo en su manos, pues por diversas causas el trámite para adquirirla se retrasaba.




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