Hay muchas teorías sobre por qué los panameños somos tan escandalosos. Algunos lo atribuyen a nuestra naturaleza alegre, a las características emocionales de los latinos, y hasta hay un cuento de que hablamos en voz alta porque nuestros ancestros caribeños tenían que hacerlo para que sus voces se escucharan por sobre el sonido de las olas.
Pero nada de esas explicaciones sirven para excusar actos de irrespeto y desconsideración. La educación que se nos inculca en casa y en la escuela da cuenta de que hay un momento para cada cosa.
Gritar y reírse a todo volumen son reflejos de mala educación. Usted entra a cualquiera oficina pública o privada y puede observar a determinadas personas con sus característicos "Ja, ja, ja" alterando la paz laboral y dándole impresión al que llega que acaba de ingresar a un mercado público.
El escandalizar es horrible, pero es más feo cuando las involucradas son damas. Una mujer siempre debe proyectar delicadeza y una chica bullera está muy distante de esa cualidad.
Así mismo cómo te comportas serás tratadas por los demás. Si eres de esas damas que en vez de hablar o sonreír optas por berrear, nadie se te acercará, sólo las personas que se comportan igual a ti.
Cada cosa tiene su momento. Grita como demente si estás en una fiesta o un coliseo deportivo, pero hacerlo en un centro de trabajo, un restaurante, cine u otro sitio que requiere silencio, sólo servirá para que el resto de las personas intercambien sus miradas como preguntándose: �qué le pasó a esta loca?
Si mantienes una conversación, el resto de las personas no deben ni le interesa enterarse de lo que hablas, por eso lo más correcto es hacerlo en voz baja, para no perturbar a los demás.
De igual forma, si algo te causó gracia, sonreír es lo apropiado para no escandalizar con una risa estridente propia del "Guasón" .
Esas son reglas de urbanidad que se enseñan desde chico en cualquier hogar; practicar lo contrario es dejar mal a tu familia, porque la gente se pregunta: "oye a ésta nunca le enseñaron a comportarse".