EDITORIAL
Meditación, liturgia y recato en
la Semana Mayor
La Semana Mayor, cuando la
cristiandad católica conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesucristo, es evento de profunda reflexión donde los creyentes
asisten a los pasos de la liturgia henchidos de fe y elevan plegarias y
cánticos de orgullo y prez al sacrificio del Hijo de Dios hecho Hombre,
que en la cruz salvó los pecados terrenales y afirmó la misión
santificada que salva a quien crea y practique con íntima devoción.
En el pasado parroquial de Panamá, la Semana Mayor estuvo rodeada
de esplendor cuando las procesiones, las meditaciones, las eucaristías,
llenaron los templos y las vías ofertando cánticos de reverente
amor; entonces, los vecinos lucían los mejores atuendos y concurrían
en familia a las liturgias, desechando los jolgorios, los disfrutes epicúreos;
censurando las carnalidades y los quehaceres viciosos del divertimiento.
Hoy, las costumbres panameñas han variado duramente, y como pregona
el llamamiento del Arzobispo Dimas Cedeño, la convirtieron en un
"Carnaval Chiquito", los viajantes que se desplazan a las playas
y los ríos, en disfrute y molicie, olvidándose del compromiso
de la observancia católica.
En tal derrotero de críticas y censuras a la liviandad que hoy
acosa las prácticas religiosas, el sacerdote Crestar Durán,
destacada cifra de los quehaceres eclesiales panameños, director
de las acciones de Cáritas Arquidiocesana, llama a los feligreses
a cumplir con sus deberes de fe y religión, y dedicar las horas de
la Semana Mayor a elevar las estimas, profundizar las esperanzas en la vida
eterna, y determinar los caminos de la redención y el ascenso que
en verdad harán libres a quienes limpios de alma, cumplan con el
Señor.
Los actos multitudinarios de la Semana Santa no deben servir a propósitos
de clientelismo, militancia política y partidaria; hacerlo constituye
una desviación censurable que merece rechazos y críticas.
Sin embargo, la Semana Mayor no debemos interpretarla con criterios estrechos
que la hagan un interregno ausente de señalamientos del deterioro
público y social que nos afrenta, y conduzca a soslayar los hechos
de oprobio, ofensa y afectación ciudadana; razón por la cual
la mensajería trascendente de los oradores sacros han de puntualizar
los daños, las agresiones que al hombre, hijo de Dios, realizan los
abusadores de mando y fortuna.
El espíritu triunfal de la Resurrección, la Gloria cantada
de la vida eterna ha de servir para reiterar las esperanzas de redención
de la humanidad que sufre carencias, abandonos, agresiones, y desesperanzas.
Ojalá la reflexión serena, el ánimo fraternal, la
obediencia sumisa a los predicados de equidad, justicia y amor cristiano,
florezcan en la Semana Mayor y mejoremos alma, ánimo y corazón,
haciéndonos mejores compatriotas, fraternales vecinos, unitarios
en la fe.
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AYER GRAFICO |
Falleció el Dr. Bolívar Dávalos Moncayo abogado y brillante
periodista de la localidad |
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