Cuando vemos por televisión todas esas protestas y cierres de calles por falta de agua en barriadas de la periferia de la capital y en el interior del país, siempre sale a relucir una frase que, por triste que pueda sonar, es totalmente cierta: "Si no cerramos la calle, ninguna autoridad nos pone atención".
Es una desgracia que como ciudadanos nos veamos obligados a llegar al extremo de tener que cerrar una vía pública, afectando a terceros, y gritar frente a las cámaras para que el gobierno nos provea un servicio básico que de por sí está obligado a darnos sin tener que pedirlo.
Se trata de una de las grandes tragedias de la administración pública en este país. No se atienden los problemas más elementales de nuestras comunidades humildes, a menos que se haga bajo la amenaza de la desestabilización del orden público.
Hay incontables barrios en la periferia de Panamá y en el interior que pasan por los mismos problemas de falta de agua potable (a pesar de estar conectados al IDAAN y recibir los recibos puntualmente) y pésimas calles de acceso. Y ya la gente se está hartando. Las protestas se extienden como reguero de pólvora encendido.
Así (y solo así) es que podemos ver la presencia de funcionarios del IDAAN, el MOP o la entidad correspondiente para atender las necesidades que desde hace años no les paran bola.
Meses o años después, cuando se desarrolle un acueducto o se construya la calle (si es que lo hacen), el gobierno de turno arma un show con el mismísimo Presidente de la República, ensalzándose y pintando una imagen en los medios como que la comunidad debería estarle agradecida por haberles atendido sus problemas.
Por el contrario, no son dádivas; sino el pago atrasado de una deuda social que día a día se seguirá acumuulando; hasta el momento en que ya sea el país entero, y no una comunidad aislada, la que se harte.