Tatiana, Pedro, Antonio, Josefina, Andrés... todos son iguales tras las rejas y no tienen distinción para tratamientos especiales. Ya sea que estén allí por crímenes violentos y sangrientos o por transgresiones de menor escala criminal. La realidad para todos ellos es la misma porque el sistema enfrenta una crisis total.
Dentro de la cárcel, pareciera que los días se congelan en las páginas del calendario. La vida de un preso es tediosa y de larga espera.
Levantarse cada mañana para salir al patio de la penitenciaría, aguardar el día de visita reglamentaria y mirar el horizonte sin noticias del paje, constituyen las novedades más excitantes de un preso, día tras día.
La suerte de cada reo pareciera que está definida por una lotería o ruleta rusa que juega hábilmente su abogado defensor.
Un día cualquiera fueron a parar a la cárcel porque sus sentidos fueron adormecidos por la influencia de lo prohibido. Algunos hombres y mujeres están presos por asuntos del narcotráfico en menor o mayor escala; por asesinatos, por robos... en fin, la lista delictiva es larga.
La mayoría de los presos por drogas es de nacionalidad colombiana, según se desprendió de una investigación, y sus procesos los adelantan las Fiscalías Primera o Segunda de Drogas.
SIN DISCRIMINACION
Todos los prisioneros llevan una vida incierta y llena de ansiedad. Y todos tienen que adaptarse a un sistema lento, con horas largas y con la esperanza lejos.
MAS PENAS
Hay otro escollo para los prisioneros; muchos de ellos han cumplido las dos terceras partes de su condena y esperan pronta salida, pero esa probabilidad anda gris. Ello originó recientemente una ola de protestas en los diversos centros penitenciarios, especialmente entre los colombianos, quienes llegaron a coserse los labios en señal de protesta.
Aunado a los cargos de conciencia por sus delitos, a la mora judicial, aislados de sus familias y los malos tratos que en ocasiones reciben por parte de los carceleros, los presos tienen que enfrentarse a un hacinamiento sin límites.
SOLUCION
Para evitar tanta miseria dentro de una cárcel y no tener que perder los cabellos en esperas interminables de soluciones judiciales, la receta es meditar las conductas sociales para actuar con moderación, tolerancia e inteligencia para no pasar las noches y días tras los barrotes.