Teniendo como común denominador el problema de la adicción al alcohol y a las drogas, surge en la apartada comunidad de Potrero Grande en el corregimiento de El Coco de La Chorrera, el Campamento Casa de Dios, dirigido por el pastor Severiano Aguirre, el cual sirve de apoyo a los más necesitados.
Javier Rodríguez Hernández, pastor encargado del campamento, fue uno de los primeros muchachos que formó parte de este albergue, que atiende a gente con problemas de licor y drogas con el propósito de hacer de esto un lugar de restauración para personas que estaban en las calles, abandonadas a su suerte.
Se trata de una organización relativamente nueva con solo 3 años de existencia, pero que con su autogestión han logrado avances significativos, manteniéndose solo por la gracia de Dios y de iglesias como la de Los Dos Olivos, que colaboran con ellos, además de microempresas que donan alimentos para este lugar.
Sin embargo, la prioridad que tienen en estos momentos es terminar el campamento para mudarse pronto, pero por la falta de recursos no lo han podido hacer, además tienen problemas con el agua, que a veces les llega y otras no porque les viene por turbinas.
En este albergue habitan 40 personas que vienen de lugares como San Miguelito, Chiriquí y otras provincias donde han oído hablar de este sitio y encuentran el apoyo que muchos no tienen ni en sus propios hogares.
Importante destacar que este es un lugar donde el que llega lo hace voluntariamente, en donde los que se quedan, lo hacen con la firme convicción de querer cambiar y si no, se van por su propia voluntad, pero eso sí, conscientes de que allá afuera no les espera nada bueno.
Como parte de su lucha diaria por sobrevivir aquí, los residentes siembran yuca, plátanos y crían pollos para su alimentación.
Como el problema de la adicción no discrimina edad, raza ni credo religioso, en este albergue hay gente desde los 14 años hasta 75 años, los cuales se ayudan mutuamente para tratar de salir del oscuro mundo de las drogas. Son gente de todos los estratos, que han estado en la cárcel, pero también hay profesionales como albañiles, soldadores, plomeros, pastores y hasta abogados.
La distancia en que se encuentra ubicado este albergue impide que los familiares puedan estar más cerca de ellos y poder visitarlos, pero también los mantiene apartados del mundo en el que encontraron el vicio que transformó sus vidas.
La meta que tienen es mejorar la condición de donde viven porque ellos desean tener una nueva vida en un mejor ambiente, que permita nuevas expectativas para que en un futuro puedan servir a la sociedad.
Aunque todos son varones, tuvieron la experiencia de una pareja que logró rehabilitarse junta y hoy son gente de bien que sirve a la sociedad.
Tomás Villa, presidente del Club Rotario de La Chorrera, dijo que su relación con esta gente se inició cuando en una ocasión fueron invitados a ver el campamento y se impresionaron con lo que observaron.
Fue así como haciendo valer su principio de servir a la comunidad, vieron en este campamento la oportunidad de aplicar esos principios y decidieron sumarse a la obra que el Señor está haciendo allí.