En estos momentos nos ha dejado un gobierno y ha entrado uno nuevo. Independientemente quién es el partido que sale y quién el que entra, el actual se ha encontrado con lo que todos sospechábamos: las arcas vacías, y ojalá fuera sólo esto, sino que llena de deudas.
Bueno, esto es lo que queríamos ver, profesionales atendiendo un reto y solucionándolo al estilo de un profesional, con un plan, unas metas a alcanzar y una misión que no se requiere saber cuál es (ya que es tácita): adecentar las finanzas públicas.
Recuerden estimados políticos (y no cometan el mismo error que cometió el gobierno pasado), el pueblo Sí los mira (y Sí con mayúscula), y aunque quieran distorsionar la verdad o no publicarla en los medios, en Panamá todo se sabe, así que, si hacen desde el comienzo las cosas mal sólo durarán cinco años en el poder.
Ahora bien, el déficit no se hizo solo. Alguien lo dejó crecer, y colmo de colmos, para su propio beneficio. 'Y qué quiere el pueblo? Que el que lo hizo lo hizo pague, y si lo hizo en contra del bien común, debe estar preso. Así que el pueblo está esperando a "intocables" y a "millonarios" presos y devolviendo lo que se robó.
Sin embargo, qué ve el pueblo, ve botadera de funcionarios públicos, y no son los encopetados, sino gente sencilla de salarios de B/.300.00 y B/.400.00. Mientras que los nuevos millonarios no hacen ningún sacrificio. Es decir no hay plata para los funcionarios, pero las arcas están llenas para los nuevos millonarios. Sólo una operación sencilla: con sólo un 20% del salario que se rebajen ministros, legisladores, miembros de la Corte y el defensor del Pueblo se tendría un ahorro de alrededor de B/.184,000.00, es decir, no hay necesidad de botar a 460 empleados con salario de B/.400.00. Ahora si agregamos, los salarios del Presidente, los vices de todos los rangos, suplentes, alcaldes y asesores, habría un promedio de 2000 empleados públicos que no es necesario botar. Hago la salvedad, no estoy hablando de cifras, sino de gente de carne y hueso, con hijos que van a la escuela y tienen hambre a la hora de comer y, como van las cosas, parece que van a pagar por los platos rotos.
En resumen: se castigue y se sacrifiquen los que siempre han sido "intocables" y "privilegiados". Si se hace este primer paso, el pueblo entenderá que también nosotros debemos dar nuestra cuota de sacrificio, pero el sacrificio debe empezar primero en casa antes de llegar a los demás.
