Para estos días se cumple un año de la peor tragedia en materia de salud que registra la historia panameña. Hablamos del envenenamiento de panameños que acudieron a hospitales y policlínicas de la Caja de Seguro Social, en busca de un jarabe para sus males y le recetaron la muerte.
En un año se recibieron 681 denuncias sobre personas afectadas por ingerir medicamentos producidos con el tóxico dietilenglicol, de los cuales se reconocen oficialmente 119 decesos, aunque la Fiscalía que investiga el caso reportó 455 fallecidos.
Se trata de un caso doloroso, donde personas en edad productiva y otros jubilados vieron cortados sus años de vida de manera repentina. Nadie es eterno, pero tampoco a nadie se le puede quitar la existencia de manera anticipada.
Al final de todo este escándalo que encierra un negociado en el mercado de medicamentos que involucra a compañías de Panamá, España y China Continental, sólo una persona ha sido detenida. España y China Comunista se han sacudido de un problema, en las que compañías de esos países son los principales responsables por enviar "gato por liebre". Se les pidió glicerina para uso médico y nos enviaron un refrigerante.
Los $6.2 millones que ha pagado el Estado como indemnización a los afectados y los deudos de los fallecidos, será siempre una cifra insuficiente. La vida de una persona no tiene precio, pero las demás naciones involucradas en este envenenamiento masivo, también deben aportar su apoyo económico por la tragedia que ocasionaron.