A usted, residente en los barrios capitalinos y alrededores, �no le ha ocurrido alguna vez acostarse a dormir y levantarse al día siguiente atormentado por el rugir de maquinarias, enterándose por los vecinos de que, justamente en el lote de terreno al lado de su casa construirán un edificio de muchos pisos, lo que transformará el entorno urbano y el modo de vida de su comunidad?
�O no le ha pasado como a los residentes en alguna calle tranquila que vieron abrirse de un momentos a otro las puertas de una discoteca y por las noches las aceras, calles y alrededores se llenaron de automóviles de personas ajenas al vecindario que al amanecer suenan bocinas y forman algarabías interrumpiéndoles el sueño?
Situaciones como estas han sido frecuentes hasta ahora en la urbe de nuestras ciudades, pero en el 2006 se creó la ley 6 sobre ordenamiento territorial que establece las consultas ciudadanas al momento de solicitar cambios o adiciones de usos de suelo, con la comparecencia de los residentes y los promotores de proyectos.
Esos foros donde los involucrados en el proceso de transformación de la urbe asisten para hacer sentir su aceptación o desacuerdo, permiten afianzar el concepto de democracia comunitaria que antes estaba en manos del círculo burocrático de las oficinas públicas y de los inversionistas.
Aunque existen situaciones negativas como las enumeradas en el segundo y tercer párrafo de este escrito, también hay que señalar que la transformación de la ciudad con sus nuevos proyectos agrega valores a los terrenos que los rodean y tienden a mejorar el entorno.
La próxima vez que reciba una invitación participar en una consulta ciudadana en su comunidad, asista, conozca los detalles del proyecto que van a construir y exponga su opinión para que no le suceda lo que a algunas personas que se enteran de la apertura de un taller de mecánica, un edificio de varios pisos o un centro de diversión frente a su casa el día de la inauguración cuando comienzan los ruidos
