�La vida me ha traído un desafío. Ahora yo voy a desafiar a la vida.� Así habló Ed Kanan, hombre de 46 años. Dicho esto, comenzó a esquiar: primero en el agua, lo cual es bastante difícil, después en la nieve, que es más difícil. Le puso tanto empeño al deporte que ganó campeonatos nacionales e internacionales.
Lo notable de estas hazañas es que Ed Kanan quedó ciego a los 45 años, justo un año antes de aprender a esquiar. Armado de persistencia y optimismo, Kanan no permitió que su condición le robara la confianza.
La enfermedad que lo había dejado ciego, la diabetes, a su tiempo cobró su víctima, y a los 59 años Ed Kanan murió. Pero dejó un legado. Es este: �La vida me ha traído un desafío. Ahora yo voy a desafiar a la vida.�
Lo cierto es que la vida es un desafío continuo para todo ser humano. A veces nos acobardamos ante el desafío, y huimos. Otras veces, llenos de fe y armados de confianza, con una oración en los labios, retamos a la vida y vencemos.
Es rara la vez en que la vida presenta bendiciones, dichas o satisfacciones en una bandeja de plata. Con la vida hay que pelear. Uno puede obtener la victoria y llegar a disfrutar del triunfo y tener al fin la satisfacción de decir: �He peleado y he vencido�, pero es, como quiera, una batalla.
Hay dos enemigos que son los que más nos acosan. Uno es el miedo; el otro es el desánimo. El miedo es siempre a lo desconocido. No tememos lo que conocemos; tememos lo que desconocemos. Eso debe decirnos mucho. Si lo que tememos nos es desconocido, �cómo sabemos que nos puede perjudicar?
El desánimo, por su parte, es una reacción. Depende de la manera en que reaccionamos a las circunstancias de la vida. Si no reaccionamos negativamente, no sufrimos desánimo.
Es innegable que la vida no es justa. No siempre podremos controlar nuestras emociones. �Qué hacer entonces? Cobijarnos en la gracia de Dios. Si Cristo es nuestro amigo, si estamos acostumbrados a hablar con �l, podemos estar seguros de que �l nos tiene en sus planes. Y si estamos en sus planes, nada puede ocurrirnos que �l no apruebe. Todos podemos tener esa certeza.
Rindámonos, pues, al Señor Jesucristo y así podremos, con fe y con plena seguridad, desafiar a la vida. �l será nuestra victoria. �l nos acompañará hasta la recta final.