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Infiltrados

Aquilino Ortega Luna | Periodista

Se ha hecho una costumbre que los políticos del patio participen de las convocatorias que realizan los gremios periodísticos para exigir el respeto a la libertad de expresión.

Lo curioso es que a los políticos comunes y silvestres sólo parece importarles la libertad de expresión cuando están en oposición.

Cuando gobiernan desde el Palacio de Las Garzas, hacen lo imposible para perseguir, atacar y frenar al periodismo libre que se respira en Panamá luego de la Invasión de Estados Unidos del 20 de diciembre de 1989.

Me gustaría saber si esos políticos que hoy respaldan los movimientos periodísticos dentro cuatro años pensarán lo mismo o si su actuación forma parte de una plataforma electorera para ganar canonjías y el respaldo popular.

Los políticos y la prensa son como el agua y el aceite. Es casi imposible que exista un romance, y menos un matrimonio, pese al coqueteo, los guiños de ojos y el intercambio de mensajes subliminales de parte y parte. Por lo menos ese es el caso de los periodistas serios e inquebrantables.

Si hay algo que caracteriza a los políticos de aquí o de cualquier punto del globo terráqueo es la destreza para manejar el arte de mentir cada cinco años.

El pueblo está cansado de los políticos que prometen y no cumplen, que ven en el Estado la forma más fácil de hacerse millonarios, de gozar de la vida loca, de los costosos viajes, lujos y joyas, pero con los dineros del pueblo.

En las próximas elecciones, los panameños juzgarán mejor. A los políticos no les será fácil engañar una vez más a los votantes. La época de los sacos de cemento, de las cinco libras de arroz y del dinero bajo la mesa está por acabar.

La era de la venta de fantasías, del cambio de espejos por el oro, está por concluir. Participar en marchas y protestas sin creer en ellas no tiene sentido, señores políticos.

Los periodistas no creen en "Santa Claus" ni en la "Tulivieja". Tampoco en las palabras sosas ni en los discursos huecos de los políticos tradicionales, que le venden carretas al pueblo en la era de los vehículos a motor.




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