Aquel rostro joven y agradable no mostraba su alegre sonrisa. Acostumbrada a mirar la risue�a carita de mi alumna tan triste ese d�a, me preocup�. Su gesto era distinto. Sus ojos mostraban dolor.
Sufr�a intensamente por la tragedia que vive su amiga y compa�era de estudios.
Perdi� a sus seres queridos en el incendio del autob�s. Solidariamente mi estudiante se un�a al dolor de dieciocho familias.
Mientras otras tantas enlutecen por la terrible violencia intrafamiliar. En Panam�, veintitr�s mujeres han muerto a manos de este mal social. Son cifras del 2006 hasta octubre, dadas a conocer por la Alianza del Movimiento de Mujeres de Panam�.
Como referencia �s�lo en el 2005 (�rea metropolitana) se reportaron 977 casos de maltrato familiar. De estos, 16 corresponden a varones�.
Si bien, morir es algo natural. El dolor no disminuye sea como se registre la muerte.
Para m�s de treinta y cuatro familias paname�as este sentimiento crece. La impotencia es parte de esta sensaci�n. El s�ndrome de insuficiencia renal aguda lleg� a sus vidas de forma devastadora.
Pero el dolor no acaba all�. De acuerdo a estad�sticas del tr�nsito, unas 349 personas han muerto por accidentes vehiculares en 289 d�as (hasta el 17 de octubre de este a�o).
�Que decir! de quienes mueren a causa del c�ncer, el Sida, enfermedades graves o los cr�menes violentos. El dolor marca para siempre a sus familiares.
La pobreza, desnutrici�n, la guerra y la indiferencia por el dolor ajeno tambi�n son producto de una latente deshumanizaci�n.
El problema no es morir. Es como se vive en medio de tanto dolor sin que se prevenga que una mala pr�ctica en las leyes puede ocasionar tanto caos.
Si es cierto que el dolor nos puede hacer cambiar, ojal� que nos ayude a reflexionar en comunidad sobre c�mo estamos conviviendo en sociedad.