Los robos y desafueros cometidos al Estado por algunos del partido mayoritario del país no son motivo de peso para que renuncien a los postulados de Omar Torrijos Herrera, soterrados por pícaros vestidos de revolucionarios en las últimas décadas, a cambio del mísero becerro dorado y de las hamacas de la pereza.
No son momentos para culpar a nadie, que ahora subsista en el ambiente político panameño un peligroso embrión de la derecha extrema, �Ay Panamá, nos llegó la hora!... La historia se repite en espirales y las huestes financieras que devastan los pueblos de la tierra no se detendrán.
El Partido Revolucionario Democrático será la alternativa guiada por Samuel Lewis y los miembros nacionalistas de los diferentes partidos sobre todo el Panameñismo, pues hay que preocuparse en serio. Un totalitarismo derechista es igual de cruel y embrutecedor que los comunistas.
Panamá no puede marchar a reculones ante la amenaza que se cierne sobre nuestras generaciones. El horizonte de la patria está iluminado de relámpagos celestes presagiando una tragedia que se alza formidable ante la clarividencia de los grupos organizados de nuestra sociedad civil que están protestando a diario.
No hay tiempo para puñaladas marranadas entre los perredianos ni entre ninguna organización política. El movimiento devastador adelanta sobre ruedas, no queda más que repudiarlo o sucumbir ante él, he ahí el dilema. Que no se diga que nadie advirtió la muerte del Panamá alegre y vivo que conocemos. Muchos ingenuos no verán el exterminio patrio, sino el resplandor de la cutacha cercenadora de cabezas.