En momentos en que la calle parece estar más dura que nunca, pareciese que cada vez más panameños estuviesen canalizando sus frustraciones hacia sus propios seres queridos, contra las personas que precisamente deberíamos proteger y cuidar de la violencia.
Cifras de la Policía Técnica Judicial (PTJ) señalan que sólo entre enero y agosto del 2007 se atendieron 2 mil 383 casos de violencia doméstica. Tomando en cuenta que menos del 10% de los casos de violencia doméstica son reportados, lo que nos muestra la PTJ puede considerarse la punta del iceberg.
Pero aun más estremecedor resulta que esa misma entidad de seguridad reporta un aumento de 300% en las muertes por violencia doméstica entre 2006 y 2007, ya que mientras en el primer año se investigaron 17 casos, en 2007 la cifra saltó a a 51.
�Será que hay más violencia en el seno de nuestros hogares, o es que ahora estamos más dispuestos a denunciar a los seres queridos que nos fallan? La respuesta a esto sólo la pueden dar estudios detallados sobre el estado de la familia panameña.
Por ahora, es evidente que Panamá forma parte de la tendencia mencionada por la Organización Panamericana de la Salud, que asegura que una de cada cinco mujeres es objeto de violencia en algún momento de su vida.
El Ministerio de Salud (MINSA) también puede dar testimonio de esta situación: el año pasado atendió 2 mil 585 casos de sospecha de violencia intrafamiliar.
Este y los posteriores gobiernos, junto con la sociedad civil, deben comprometerse a la creación de políticas sociales más profundas, dirigidas a nuestros niños, ya que sólo inculcándoles una cultura de tolerancia, podemos cortar con la cultura de violencia que pulula en nuestros adultos y jóvenes.