Nos hemos visto obligados a escribir un manual de convivencia, el cual responde a la necesidad de que los panameños brinden algo de cariño y obtengan mucho de respaldo mediante la vida en común. Imposible permitir actos salvajes como el ocurrido en Río Abajo el 21 de noviembre de 2008, cuando se intentó prender un barracón con seres humanos dentro. Incendiar las viviendas de enemigos, mientras duermen es la actitud de los aborígenes más encarnizados en el atraso Africano (Tucsis), y es respuesta tribal Gutu, el que por televisión, los afectados respondiesen ante el ataque terrorista, dando a entender que tenían sus propias leyes y que ripostarían a los que por poquito queman vivos a niños, ancianos y mujeres. Pero peor es nuestro gobierno; que tras el gravísimo suceso, no apostó de inmediato a los 14,000 efectivos de la policía para poner en cintura a esa célula enferma del país. �Para qué son los 400 millones asignados a la institución del orden público?
Percibimos que en muy pocos hogares y escuelas, se enseña o se habla de lo que implica el cumplimiento de deberes y derechos bajo un régimen de respeto mutuo. No es de extrañar que la mayoría de los crímenes por peleas y drogas, se originen por los bajos niveles de educación y respeto que imperan en esta República con muchos lagartos convertidos en funcionarios que dan a entender a las masas, que ellos también pueden ser groseros, mentirosos o delincuentes.
Urge rescatar la coexistencia pacífica en calles y barrios, perdida por la ineficiencia gubernamental, eclesiástica y de los aleluyas de los últimos 40 años, que han desbaratado la reconocida identidad fraternal y solidaria que nos distinguía como seres humanos de paz, alegría y trabajo. El manual, basado en leyes sanitarias y de conducta A.C, cuesta B/.5.00, es de 200 pgs. 12 capítulos, dos de ellos sobre el ruido excesivo en apartamentos y barriadas y uno que trata desde los escupitajos en lugares públicos, hasta la responsabilidad ciudadana de recoger el pupú del perro en parques, aceras y avenidas.