A pesar del tiempo trascurrido, siempre el 20 de diciembre será una fecha triste por las muertes que se dieron durante la invasión norteamericana a Panamá.
Ya son 18 años que hemos vivido sin la bota militar. Algunos panameños recuerdan como si fuera ayer el sonido de las metrallas y las bombas que caían el 20 de diciembre de 1989 sobre el cuartel central de las Fuerzas de Defensa. De todas las historias que se pueden contar, cada familia tendrá su vivencia.
La invasión norteamericana hace recordar muchas cosas: muertos, dictadura, saqueos, caos, toque de queda.
No hay que negar que haber recuperado la libertad tuvo un costo de vidas muy importante, cifra que desafortunadamente aún se mantiene en un verdadero secreto.
El principal protagonista de ese hecho acaba de cumplir la sentencia por narcotráfico impuesta por Estados Unidos, pero su futuro está en el limbo. Francia lo reclama para enfrentar otro proceso por lavado de dinero y en Panamá tiene pendiente 60 años de prisión.
Diciembre de 1989 se convirtió en el mes cero. Hubo que fortalecer las estructuras de una democracia incipiente que a penas abría sus ojos y que hoy puede ver con claridad un panorama lleno de progreso, pintado con el esfuerzo de todos los panameños que no quieren volver a la épocas donde los castrenses ejercían el poder real.
La época de la dictadura quedó en el pasado. Ahora los problemas fundamentales son la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico.
Las relaciones con Estados Unidos son diferentes a las imperantes antes de la invasión. La cordialidad parece ser la tónica ahora. Está pendiente la ratificación del Tratado de Libre Comercio.
Ojalá que el país nunca más vuelva a sufrir ni una dictadura ni otra invasión.