Los niños deben escuchar la verdad, y a través de ella se les debe dar la oportunidad de que sean libres, que entiendan que solamente es con la verdad que surgen los sentimientos puros y nobles, y al decir la verdad el hombre está demostrando que realmente es libre, porque libertad en un país democrático, tercermundista y capitalista, la libertad solo se mide en el grado en que un hombre dice la verdad, la verdad que piensa y que sin temor a herir susceptibilidades, la dice, heroica y con valor.
De eso se trata la libertad; el poder decir lo que se siente en el alma, y que hierve las entrañas cuando se calla por temor, por miedos y por el que dirán. Decir la verdad es tener la libertad que tuvo Jesús, que diciéndola se ganaba su cruz y su tormento, calvario que aceptó con honor, con valentía y hombría suprema, libertad de morir por amor, por obediencia y por cumplir la ley.
Eso es libertad; pero no la libertad de matarse uno mismo suicidándose, pero si la de dejarse matar del prójimo y no defenderse porque la Ley es tajante y estricta: No matarás. Los indiscutibles poetas y hombres prodigios de este planeta azul, José Martí y Miguel de Unamuno coincidieron, como en muchos otros pensamientos y tendencias humanistas, que las palabras debían usarse para decir la verdad y no para callarla� Baudelaire el poeta maldito de la Francia de los bufones y arlequines, que con risas, burlas y con andrajos y retazos coloridos de sucias y pobres ropas, espiaban para el rey, pero que al unísono se burlaban y lo detestaban, escribió en su prosa: "Azotemos a los pobres", que solo es digno de la libertad el que sabe conquistarla.
Allí radica todo; la verdadera libertad se conquista y encarna, como ciudadanía, en los corazones y en la dignidad de los hombres patriotas, solo cuando se alcanza, con sangre con dolor, con recuerdos que no dejan partir a los caídos en los campos de batalla; esos soldados que recogían con la izquierda el emblema de todos y con la derecha empuñaban el fusil con que defenderían la patria de todos. Eso es libertad, el hidalgo orgullo de haber educado e instruido el pensamiento y el corazón de nuestros hijos.