INQUIETUDES
Remembranzas de Victorio y su funeral sin precedentes


Adoptó el nombre del conjunto de Gelo Córdoba"Plumas Negras"

 

Antonio Díaz
Crítica en Línea

Eoy hago un alto en la denuncia permanente sobre el alza inmoderada de medicamentos para unirme a todos los panameños que exteriorizaron su pesar por la muerte repentina de Victorio Vergara Batista, a quien conocí desde sus inicios.

El común amigo Randall Novey fue quien me avisó del sorpresivo percance de Victorio. La larga agonía en el hospital de Paitilla y el desenlace trágico lo siguieron ustedes por Crítica Libre, que dio la mayor cobertura de los funerales de "El Mandamás" del acordeón.

He visto sepelios grandes. El primero fue el del Presidente Domingo Díaz Arosemema. Después, el del Presidente Remón; luego el del General Omar Torrijos y finalmente, el de mayor concurrencia, el del Dr. Arnulfo Arias. En Chitré, asistí al del pelotero Randolph Gamet, que también fue nutrido. Pero las exequias de Victorio fueron las de mayor concurrencia de un ARTISTA, algo sin precedentes en nuestra historia republicana. Se lo dice alguien que va a cumplir 57 años de edad y ha visto correr mucha agua bajo el puente.

Estuve en el estreno de Victorio cuando alternó con mi compadre Dorindo Cárdenas en las fiestas de Santa Librada, en Las Tablas. Victorio tendría algo más de catorce años, pero por esa época había titanes del acordeón, por lo que el camino a recorrer no le iba a ser fácil, a pesar de que en su debut contó con el aval de un músico cimero como "El Poste de Macano Negro".

En la década del sesenta brillaban, además de Dorindo, el herrerano Ceferino Nieto. Se habían eclipsado prematuramente las estrellas de Gelo Córdoba, Severino Batista y Claudio Castillo, por lo que Ceferino y Dorindo se disputaban la hegemonía, ya que Claudio estaba retirado.

Me complace cuando ahora los medios de comunicación le dan buena acogida a la música típica. Antes no era así, la desdeñaban. Siento orgullo al decir que fui de los primeros en romper con ese tabú, ya que solamente la emisora "La Voz del Pueblo", con Leonidas Retally y Modesto Lombardo Vega, eran los que impulsaban la música típica desde hace años, pero no hacían eco.

Cometí el sacrilegio de romper una programación regular para presentar un conjunto. Fue tal la ira del dueño de la emisora que me calificó despectivamente como "campesino con saco". Ese conjunto fue el "aires de Azuero" de los hermanos Rogelio y Tito Cruz. Pero siguieron los desafíos del suscrito. Seguí presentando conjuntos, aunque me aventajaban El Bucho ocueño Alonso Pinzón y Clodomiro Juárez, en Radio Panamericana, y después se unió Cleófer Fernández.

Hago esta relación porque Victorio pasó por este vía crucis que significó llegar a la cima. El empresario Juan González fue el que le abrió las puertas del Salón Encanto y Club 24. Ya tenía casa propia Victorio, aunque esporádicamente tocó también en el Club Tableño. Mientras tanto, las empresas que trabajaban en el Jardín Atlas, Balboa, El Rancho, Tania, y que luego ocuparon el Orgullo de Azuero, La Pollera y el Cosita Buena ya tenían sus músicos de planta. Johnny González, desde el Club 24, y Juan Vastillo, desde los toldos, sirvieron de soporte a Victorio quien también le dio fechas a Manuel Díaz, Titín Frías, y Arturo González, preparando el terreno para llegar a la cúspide. El espacio no alcanza para contar todas las anécdotas de Victorio. Lo importante es que llegó y se convirtió en un triunfador. En el número uno.

No se podrá hablar de música típica popular sin referirse a Victorio Vergara Batista, quien conoció el camino de espinas para llegar a la cumbre.

Paz a la tumba del amigo desaparecido. Todo un pueblo lo lloró. Quizás ni él mismo se imaginó que lo querían tanto. Por eso fue que el cielo lloró lágrimas de estrellas. Gelo Córdoba, Severito Batista, José Vergara, Pepo Barría, Dídimo Ureña, Dagoberto Espino y Ñiyo Lassi le dan la bienvenida al cielo.

 

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
"El Tigre" Victorio Vergara Batista con miembros de la prensa nacional.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, he olvidado los buenos modales.


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