Mundo - 20/7/13 - 12:34 PM
Papa trata de revitalizar el catolicismo
El papa Francisco, el argentino de 76 años que en marzo pasó a la historia como el primer Santo Padre de las Américas, transformará la costa carioca en un gigantesco escenario de su primer viaje internacional como pontífice para presidir los festejos del Día Mundial de la Juventud.
Río de Janeiro
AP
Las arenas blancas de Copacabana están acostumbradas a ser visitadas por millones de personas seducidas por sus playas, ansiosas por participar en los festejos del Año Nuevo o de asistir a conciertos gratuitos de artistas como Stevie Wonder o los Rolling Stones. Esta semana, el espectáculo lo dará una figura mucho menos extravagante que Mick Jagger, pero que promete generar grandes emociones.
El papa Francisco, el argentino de 76 años que en marzo pasó a la historia como el primer Santo Padre de las Américas, transformará la costa carioca en un gigantesco escenario de su primer viaje internacional como pontífice para presidir los festejos del Día Mundial de la Juventud.
Irá al corazón de una ciudad conocida por los altos precios de sus propiedades inmobiliarias y su sexy samba con un mensaje de humildad, simplicidad y apoyo a los pobres, las prioridades de su papado que ha delineado en sus cuatro meses en el trono.
Conoce bien la Iglesia católica de Brasil y sabe que está perdiendo miembros a manos de Iglesias pentecostales y del secularismo. Pero los festivales católicos para la juventud buscan renovar la fe y se espera que Francisco, un hombre de la región, amante del fútbol, cautive a los jóvenes con su humildad y su estilo anticonvencional.
Se cree que más de un millón de personas acudirán a Río para ver al nuevo papa. Bajo la mirada de la estatua del Cristo Redentor, la municipalidad ha movilizado a miles de soldados y policías para que mantengan el orden en una ciudad donde sigue habiendo manifestaciones contra el gobierno un mes después de unas protestas que sacudieron todo el país.
Los residentes de Río se han preparado para recibir a Francisco y construyeron imágenes del papa en arena en Copacabana, un sitio donde habitualmente se ven estatuas de mujeres en bikinis.
Rafael Bastos, un peregrino voluntario que trabajaba en la playa recientemente, dijo que ya se percibía el ``efecto de Francisco'' entre los trabajadores de la construcción, que se esfuerzan por completar el enorme altar blanco donde el papa celebrará una misa.
"Francisco me ha cautivado, totalmente'', comentó el muchacho de 23 años, del estado de Minas Gerais. ``Ha acercado la Iglesia a la gente y especialmente a los jóvenes. Es creativo, moderno, no cambiará la doctrina, pero parece más flexible y abierto''.
El que sea de América Latina ``hace que resulte mejor todavía, (porque) entiende nuestra cultura y eso lo acerca a nosotros y nos permite entenderlo'', expresó Bastos.
A pesar del optimismo, estos son tiempos duros para la Iglesia, incluso en Brasil.
El 89% de esta gigantesca nación era católico cuando Juan Pablo II fue el primer pontífice que visitó Brasil en 1980. Según el censo nacional, en el 2010 sólo el 65% se describió como católico.
El mismo fenómeno se registra en toda América Latina, uno de los bastiones del catolicismo a medida que gana terreno el secularismo en Europa y Estados Unidos. Los abusos sexuales y la corrupción contribuyeron a hacer que la Iglesia perdiese fieles.
La respuesta de Francisco a todos estos desafíos ha sido buscar ``una forma totalmente nueva de relacionarse con el mundo'', reflejado en el estilo en que se comunica, expresó el cardenal de Sao Paulo Odilo Scherer, uno de los dos latinoamericanos en el Consejo Pontificio para Promover una Nueva Evangelización, creado en el 2010.
"La Iglesia, la cristiandad, la fe católica no pueden separarse del mundo'', dijo el religioso. ``Deben ser parte del mundo, estar adentro y relacionarse con la sociedad moderna si espera mantener influencia''.
Francisco se ha esmerado por actuar como una persona ordinaria pese a ser papa.
No usa el título de papa al firmar, rara vez se refiere a sí mismo como pontífice y se considera un buen pastor, que sirve como ejemplo a otros pastores. Otrora un sacerdote que viajaba en subterráneo en Buenos Aires, hoy es un papa que rechaza los símbolos del poder. No usa los zapatos rojos de los papas sino que prefiere unos viejos zapatos negros y no se instaló en la exclusiva residencia papal ni usa un anillo de oro.
Hace poco no asistió a un concierto en su honor en el auditorio del Vaticano, algo insólito para un papa.
"No parece interesado en este tipo de cosas simbólicas que lo colocan en el centro'', dijo el reverendo Joseph Fessio, otro jesuita conservador y director de la editorial estadounidense Ignatius Press.
Al mismo tiempo, no ha dudado en hacer sentir su autoridad papal.
Su audaz decisión de canonizar a Juan XXIII indica que sabe cómo usar el poder del papa. Francisco ignoró las reglas del Vaticano que exigen la confirmación de un segundo milagro antes de que Juan pueda ser declarado santo. Pasó por alto esa formalidad para que el ``padre'' liberal del Segundo Concilio Vaticano y el conservador Juan Pablo fuesen canonizados juntos. Esa actitud fue vista como una medida que busca mantener contentos a los distintos sectores de la Iglesia.
Las decisiones tomadas hasta ahora por Francisco parecen haber tenido éxito y las encuestas indican que es muy popular, al menos entre los católicos.
Un estudio reciente en Italia reveló que el 96% de los católicos le tiene ``mucha'' confianza a Francisco, un nivel que no se veía desde los mejores momentos del papado de Juan Pablo.
"Creo que el `efecto de Francisco' es real, que echó a volar la imaginación del mundo. Es visto como alguien más auténtico porque lleva a la práctica lo que predica'', comentó David Gibson, autor de una biografía sobre Benedicto XVI. ``Parece un cura de parroquia, habla como un cura de parroquia y la gente se relaciona con eso''.
"Pero la gente desde Estados Unidos a Africa y Asia observa y se pregunta cómo le irá. ¿Tendrá en Río el mismo impacto que en Roma?'', agregó.
Francisco tendrá muchas oportunidades de demostrar su sencillez en Brasil, el país católico más grande del mundo, especialmente comparado con un Benedicto XVI que no era tan accesible y quien visitó Brasil en el 2007.
Luego de reunirse con la presidenta Dilma Rousseff a poco de su llegada el lunes, Francisco se tomará un descanso el martes y al día siguiente comenzará sus actividades públicas en las colinas del estado rural de Sao Paulo, visitando un altar construido alrededor de una pequeña estatua de arcilla de la Virgen María que es adorada por millones de brasileños. En Río recorrerá a pie las Estaciones de la Cruz rodeado de más de un millón de jóvenes devotos en la playa de Copacabana como parte de los festejos del Día Mundial de la Juventud.
En uno de los eventos más importantes de su viaje, el primer líder jesuita de la Iglesia visitará una favela ubicada a lo largo de una carretera donde abunda la violencia, que la gente de la zona llama la Franja de Gaza. A muchos brasileños, esas imágenes les traerán a la memoria la visita del tan querido Juan Pablo II a las favelas de Río en 1980 y 1997.
En sus recorridos Francisco no usará el papamóvil a prueba de balas que emplearan sus dos predecesores y se trasladará en un vehículo abierto, contrariando a los organismos de seguridad brasileños.
El vocero del Vaticano, reverendo Federico Lombardi, dijo que Francisco desistió de usar el papamóvil porque quiere saludar a la gente, algo que era imposible desde el auto blindado.
Esas actitudes del papa son seguidas de cerca por gente como Fernanda Neves, una muchacha de 24 años que había tomado distancia del catolicismo en Sao Paulo.
Este mes hizo la primera comunión en su retorno a la iglesia después de más de una década.
En una pequeña capilla detrás del santuario de San Judas en un barrio humilde, Neves pareció sorprendida cuando le mojaron la frente y el agua comenzó a rodar por su blusa rosada mientras un cura joven bendecía a dos docenas de fieles.
"Me crié en la iglesia, mi familia es muy católica'', explica. ``Pero hacia los 14 años sentí un vacío en las misas, el mensaje me resultaba irrelevante''.
"Este nuevo papa habla mi idioma, parece alguien del pueblo'', añadió. ``Es más fácil comprender lo que quiere de nosotros. Creo que va a ayudar a que los brasileños vuelvan a la iglesia''.
AP
Las arenas blancas de Copacabana están acostumbradas a ser visitadas por millones de personas seducidas por sus playas, ansiosas por participar en los festejos del Año Nuevo o de asistir a conciertos gratuitos de artistas como Stevie Wonder o los Rolling Stones. Esta semana, el espectáculo lo dará una figura mucho menos extravagante que Mick Jagger, pero que promete generar grandes emociones.
El papa Francisco, el argentino de 76 años que en marzo pasó a la historia como el primer Santo Padre de las Américas, transformará la costa carioca en un gigantesco escenario de su primer viaje internacional como pontífice para presidir los festejos del Día Mundial de la Juventud.
Irá al corazón de una ciudad conocida por los altos precios de sus propiedades inmobiliarias y su sexy samba con un mensaje de humildad, simplicidad y apoyo a los pobres, las prioridades de su papado que ha delineado en sus cuatro meses en el trono.
Conoce bien la Iglesia católica de Brasil y sabe que está perdiendo miembros a manos de Iglesias pentecostales y del secularismo. Pero los festivales católicos para la juventud buscan renovar la fe y se espera que Francisco, un hombre de la región, amante del fútbol, cautive a los jóvenes con su humildad y su estilo anticonvencional.
Se cree que más de un millón de personas acudirán a Río para ver al nuevo papa. Bajo la mirada de la estatua del Cristo Redentor, la municipalidad ha movilizado a miles de soldados y policías para que mantengan el orden en una ciudad donde sigue habiendo manifestaciones contra el gobierno un mes después de unas protestas que sacudieron todo el país.
Los residentes de Río se han preparado para recibir a Francisco y construyeron imágenes del papa en arena en Copacabana, un sitio donde habitualmente se ven estatuas de mujeres en bikinis.
Rafael Bastos, un peregrino voluntario que trabajaba en la playa recientemente, dijo que ya se percibía el ``efecto de Francisco'' entre los trabajadores de la construcción, que se esfuerzan por completar el enorme altar blanco donde el papa celebrará una misa.
"Francisco me ha cautivado, totalmente'', comentó el muchacho de 23 años, del estado de Minas Gerais. ``Ha acercado la Iglesia a la gente y especialmente a los jóvenes. Es creativo, moderno, no cambiará la doctrina, pero parece más flexible y abierto''.
El que sea de América Latina ``hace que resulte mejor todavía, (porque) entiende nuestra cultura y eso lo acerca a nosotros y nos permite entenderlo'', expresó Bastos.
A pesar del optimismo, estos son tiempos duros para la Iglesia, incluso en Brasil.
El 89% de esta gigantesca nación era católico cuando Juan Pablo II fue el primer pontífice que visitó Brasil en 1980. Según el censo nacional, en el 2010 sólo el 65% se describió como católico.
El mismo fenómeno se registra en toda América Latina, uno de los bastiones del catolicismo a medida que gana terreno el secularismo en Europa y Estados Unidos. Los abusos sexuales y la corrupción contribuyeron a hacer que la Iglesia perdiese fieles.
La respuesta de Francisco a todos estos desafíos ha sido buscar ``una forma totalmente nueva de relacionarse con el mundo'', reflejado en el estilo en que se comunica, expresó el cardenal de Sao Paulo Odilo Scherer, uno de los dos latinoamericanos en el Consejo Pontificio para Promover una Nueva Evangelización, creado en el 2010.
"La Iglesia, la cristiandad, la fe católica no pueden separarse del mundo'', dijo el religioso. ``Deben ser parte del mundo, estar adentro y relacionarse con la sociedad moderna si espera mantener influencia''.
Francisco se ha esmerado por actuar como una persona ordinaria pese a ser papa.
No usa el título de papa al firmar, rara vez se refiere a sí mismo como pontífice y se considera un buen pastor, que sirve como ejemplo a otros pastores. Otrora un sacerdote que viajaba en subterráneo en Buenos Aires, hoy es un papa que rechaza los símbolos del poder. No usa los zapatos rojos de los papas sino que prefiere unos viejos zapatos negros y no se instaló en la exclusiva residencia papal ni usa un anillo de oro.
Hace poco no asistió a un concierto en su honor en el auditorio del Vaticano, algo insólito para un papa.
"No parece interesado en este tipo de cosas simbólicas que lo colocan en el centro'', dijo el reverendo Joseph Fessio, otro jesuita conservador y director de la editorial estadounidense Ignatius Press.
Al mismo tiempo, no ha dudado en hacer sentir su autoridad papal.
Su audaz decisión de canonizar a Juan XXIII indica que sabe cómo usar el poder del papa. Francisco ignoró las reglas del Vaticano que exigen la confirmación de un segundo milagro antes de que Juan pueda ser declarado santo. Pasó por alto esa formalidad para que el ``padre'' liberal del Segundo Concilio Vaticano y el conservador Juan Pablo fuesen canonizados juntos. Esa actitud fue vista como una medida que busca mantener contentos a los distintos sectores de la Iglesia.
Las decisiones tomadas hasta ahora por Francisco parecen haber tenido éxito y las encuestas indican que es muy popular, al menos entre los católicos.
Un estudio reciente en Italia reveló que el 96% de los católicos le tiene ``mucha'' confianza a Francisco, un nivel que no se veía desde los mejores momentos del papado de Juan Pablo.
"Creo que el `efecto de Francisco' es real, que echó a volar la imaginación del mundo. Es visto como alguien más auténtico porque lleva a la práctica lo que predica'', comentó David Gibson, autor de una biografía sobre Benedicto XVI. ``Parece un cura de parroquia, habla como un cura de parroquia y la gente se relaciona con eso''.
"Pero la gente desde Estados Unidos a Africa y Asia observa y se pregunta cómo le irá. ¿Tendrá en Río el mismo impacto que en Roma?'', agregó.
Francisco tendrá muchas oportunidades de demostrar su sencillez en Brasil, el país católico más grande del mundo, especialmente comparado con un Benedicto XVI que no era tan accesible y quien visitó Brasil en el 2007.
Luego de reunirse con la presidenta Dilma Rousseff a poco de su llegada el lunes, Francisco se tomará un descanso el martes y al día siguiente comenzará sus actividades públicas en las colinas del estado rural de Sao Paulo, visitando un altar construido alrededor de una pequeña estatua de arcilla de la Virgen María que es adorada por millones de brasileños. En Río recorrerá a pie las Estaciones de la Cruz rodeado de más de un millón de jóvenes devotos en la playa de Copacabana como parte de los festejos del Día Mundial de la Juventud.
En uno de los eventos más importantes de su viaje, el primer líder jesuita de la Iglesia visitará una favela ubicada a lo largo de una carretera donde abunda la violencia, que la gente de la zona llama la Franja de Gaza. A muchos brasileños, esas imágenes les traerán a la memoria la visita del tan querido Juan Pablo II a las favelas de Río en 1980 y 1997.
En sus recorridos Francisco no usará el papamóvil a prueba de balas que emplearan sus dos predecesores y se trasladará en un vehículo abierto, contrariando a los organismos de seguridad brasileños.
El vocero del Vaticano, reverendo Federico Lombardi, dijo que Francisco desistió de usar el papamóvil porque quiere saludar a la gente, algo que era imposible desde el auto blindado.
Esas actitudes del papa son seguidas de cerca por gente como Fernanda Neves, una muchacha de 24 años que había tomado distancia del catolicismo en Sao Paulo.
Este mes hizo la primera comunión en su retorno a la iglesia después de más de una década.
En una pequeña capilla detrás del santuario de San Judas en un barrio humilde, Neves pareció sorprendida cuando le mojaron la frente y el agua comenzó a rodar por su blusa rosada mientras un cura joven bendecía a dos docenas de fieles.
"Me crié en la iglesia, mi familia es muy católica'', explica. ``Pero hacia los 14 años sentí un vacío en las misas, el mensaje me resultaba irrelevante''.
"Este nuevo papa habla mi idioma, parece alguien del pueblo'', añadió. ``Es más fácil comprender lo que quiere de nosotros. Creo que va a ayudar a que los brasileños vuelvan a la iglesia''.