Noriega se refugia en la nunciatura el 24 de diciembre de 1989

El país estaba sumido en un caos. Las calles se convirtieron en los escenarios más dantescos. Poca seguridad; un saqueo generalizado; tiroteos por doquier y el paseo de cientos de tanques de guerra por diversos sitios de la capital.
Noriega se refugia en la nunciatura el 24 de diciembre de 1989

Noriega se refugia en la nunciatura el 24 de diciembre de 1989

Por: René Hernández -

Recuerdo esos episodios como si fueran hoy. Han pasado 32 años de aquellos momentos trágicos. La invasión llegaba a su quinto día y el gobierno norteamericano ofrecía un millón de dólares para quien diera información veraz sobre el paradero de Noriega.

El país estaba sumido en un caos. Las calles se convirtieron en los escenarios más dantescos. Poca seguridad; un saqueo generalizado; tiroteos por doquier y el paseo de cientos de tanques de guerra por diversos sitios de la capital. Varios helicópteros sobrevolaban en el espacio aéreo de la capital, mientras se notaba la presencia de soldados bien apertrechados.

La radio Nacional estuvo en el aire lanzando arengas del propio Noriega. Esto daba la sensación de que el hombre estaba en el frente de batalla; en la lucha contra el enemigo invasor. Esto no era así. Se trataban de grabaciones que se repetían una vez más. Consciente de la situación llamé a esa radio estatal aconsejando abandonar el área ante la posibilidad de un ataque del ejército. Para esa época la emisora oficial panameña estaba instalada en el séptimo piso del edificio de la Contraloría General de la República. Mi intención no fue censurar, ni callar a los que se creían con la libertad de ejercer su derecho a la expresión. ¡No, para nada! Estaba convencido de que la iban a sacar del aire a como diera lugar. Me interesaba la vida de mis colegas que se encontraban en ese medio de comunicación social. En efecto, un helicóptero se posó frente al edifico y mediante un cohete silenció la radio.

La radio Nacional fue el medio que estuvo arengando en las primeras horas de la invasión. Horas después de la invasión las cadenas más importantes de radio y televisión dejaron de operar por precaución. Lo mismo hicieron los periódicos. Desde la zona del Canal se podía sintonizar una transmisión coordinada por el Comando Sur. La voz oficial que animaba a los panameños era la de Bosco Ricardo Vallarino. En mi caso, debido a mi afición por la onda corta, seguía las transmisiones de varios radios internacionales. En ese momento era corresponsal de la Voz de los Estados Unidos de América. También, desde Costa Rica, el panameño seguía una señal por onda corta de Radio Impacto. Mientras en Panamá ocurría la peor tragedia en Rumania pasaba lo mismo y con iguales objetivos. Allá trataban de sacar al dictador Nicolae Ceausescu de esa nación. El pueblo rumano logró su objetivo. Esa navidad de 1989 el dictador rumano y su esposa caían abatidos por las balas. Los sucesos de Rumania les fueron recordados a cada rato a Noriega cuando estaba en la nunciatura. También le recreaban la forma en cómo cayó Benito Mussolini en la Italia de la segunda guerra mundial. Fue un hecho bastante similar de lo que ocurrió en Rumania. Según fuentes fidedignas algunas personas que entraban y salían de la nunciatura fueron instruidas para que le recordaran estos dos episodios a Noriega.

Desde la madrugada del 25 de diciembre de 1989 miles de panameños se concentraron en los alrededores de la nunciatura. Había una especie de ambiente similar a lo ocurrido con Benito Mussolini y Nicolae Ceausescu. La muchedumbre gritaba consignas contra Noriega. Comenzó a circular el rumor de que los soldados norteamericanos en cualquier momento iban a ser rebasados por las turbas. Este era otro elemento sicológico que se utilizaba contra Noriega dentro de la nunciatura. A todo lo anterior súmele la colocación de grandes bocinas que amplificaban temas musicales de rock con la única intención de atormentar a Noriega. En una conversación con el nuncio ya fallecido José Sebastián Laboa me dijo que esta estrategia no le hacía ni cosquillas a Noriega. “Quien más sufría por esa música diabólica era yo”, me dijo en una ocasión. El prelado se quejó ante el gobierno de Bush y al poco tiempo bajaron el volumen y le cambiaron los temas musicales.

La gente seguía acudiendo a protestar en los alrededores de la nunciatura. De seguro que Noriega ante el temor de correr la misma suerte de Benito Mussolini y Nicolae Ceausescu decidió entregarse el 3 de enero de 1990 a las tropas invasoras. ¡Por la seguridad de su vida, hizo bien! Creo que de no ser así hubiera terminado como esas dos figuras históricas de Italia y Rumania. Ambos fueron ejecutados al igual que sus compañeras sentimentales. Este relato me lleva a una reflexión profunda. ¿Por qué los seres humanos tienen que alejarse de las normas elementales de la convivencia pacífica? Noriega, al igual que muchos dirigentes, permiten que el peligroso poder les obnubile la mente y la visión. Caen en las garras de los alabarderos, lisonjeros y arribistas que con tal de tener una cuota de poder llevan a sus líderes a los más aberrantes excesos. Y las historias están allí. Se narran día y noche, pero, los mandatarios no aprenden. Cada día siguen llegando al poder más dictadores que tarde o temprano caen en las garras de un pueblo enardecido.

Por considerarlo de interés, y para refrescar la memoria de los que vivieron ese momento y para los que no un relato que nos hace el diario El País de España.

EL NUNCIO NEGOCIA CON EE UU EL DESTINO DE NORIEGA

El nuncio apostólico en Panamá, Sebastián Laboa, y el propio Noriega desarrollan desde el interior de la sede de la representación vaticana intensas gestiones, en contacto con funcionarios norteamericanos, para decidir el destino del general. Ayer pudo verse al nuncio en el exterior de la sede diplomática conversar con el jefe del Comando Sur de EE UU, MaxweIl Thurman.

Como resultado de los contactos se barajaba la hipótesis de que se le concediese autorización para su traslado a Cuba o a España, donde podría vivir como refugiado político. Según la versión de fuentes diplomáticas, esos fueron, aunque no se sabe si por ese orden, los dos países a los que desde un principio el general panameño pidió viajar. La oferta de asilo político le fue presentada por España a Noriega en varias ocasiones desde el inicio de la crisis desatada hace más de dos años y medio, pero siempre fue rechazada por el general, que, probablemente, agotó hasta el límite sus planes iniciales de vivir en Panamá.

La oferta española de darle asilo político, sin embargo, había quedado anulada en los últimos meses, y hoy parece muy difícil que el Gobierno español pueda darle acogida, a menos que sea como fruto de un acuerdo improbable entre el propio general, el Vaticano y el Gobierno de Estados Unidos.

Medios diplomáticos dijeron ayer al respecto que ninguna opción había sido descartada. El embajador español, Tomás Lozano, declaró que antes de cualquier decisión del Gobierno español debían ponerse de acuerdo todas las partes implicadas. El general Manuel Antonio Noriega, que había anunciado meses atrás un regalo de Navidad para los panameños, les hizo ayer el que más podían haber deseado éstos: alrededor de las tres de la tarde penetró en la nunciatura a bordo de un coche con placa diplomática y acompañado, según fuentes de la representación vaticana, por 32 personas, entre ellas varios miembros destacados de su Estado Mayor. Según versiones no confirmadas Noriega llegó acompañado también de varios miembros del cuerpo diplomático, entre ellos el embajador de Japón, país con el que el régimen del general Noriega mantuvo siempre relaciones privilegiadas.

A la incertidumbre sobre la nueva situación provocada por Noriega se unían ayer toda clase de rumores sobre la forma en que el general había conseguido escapar durante cinco días a la persecución de Estados Unidos y burlar en el último momento la vigilancia norteamericana para llegar hasta la nunciatura. El abanico de versiones iba desde la posibilidad de que Noriega hubiera permanecido todo este tiempo en el hotel Holliday Inn, situado a 50 metros de la nunciatura y del que eran propietarias las Fuerzas de Defensa, hasta el rumor de que el general llegó disfrazado de mujer. Para Estados Unidos, la rendición de Noriega en la misión diplomática vaticana es el cumplimiento a medias del objetivo de esta invasión, pero es también una mala solución: Noriega abandona el poder, pero no cae en manos norteamericanas. Para el propio general tampoco es la salida más heroica que sus seguidores podían haber esperado, pero, al menos, podrá salvar la vida y, probablemente, librarse de pasar el resto de su vida en una cárcel de Estados Unidos.

Tal como está planteada la situación, el Gobierno norteamericano tendrá que aceptar que ha perdido a Noriega o que para atraparlo sólo le queda ya echar mano de una acción desesperada, contraria a los más elementales principios de las relaciones entre los Estados. El caso es el siguiente: por un lado, el Vaticano no puede echar por la fuerza a Noriega de su representación diplomática. Por otro, no parece probable que el general salga si no es con un compromiso para abandonar Panamá. Y, por último, no se antoja posible que EE UU ordene a sus tropas que penetren en el interior de la nunciatura. La rendición de Noriega coincidió con la llegada a Panamá del secretario de Defensa de EE UU, Richard Cheney, el cual declaró que la decisión del general derrocado de pedir asilo demuestra que no cuenta con el apoyo del pueblo panameño.

Cheney viajó a este país, según fuentes militares norteamericanas, para pasar la Navidad con los soldados que habían intervenido en la acción militar iniciada el pasado día 20 y felicitar a los oficiales por la correcta ejecución de los planes previstos.

Medios políticos panameños afirman que la visita de Cheney está también relacionada con las discrepancias surgidas sobre el carácter que deberá tener la nueva fuerza militar de este país. Mientras que el nuevo Gobierno de Endara quiere simplemente una fuerza pública que cumpla con funciones casi exclusivamente policiacas, EE UU quiere un Ejército, fiel pero que sirva de interlocutor con las fuerzas norteamericanas, que, con o sin invasión, permanecen en la zona del Canal.

Cheney habrá podido observar que, pese a que Panamá está actualmente aislada del resto de la República y sometida a un toque de queda y un constante patrullaje por parte de las tropas de ocupación, la situación no está todavía totalmente controlada. En Nochebuena se entabló durante horas un fuerte tiroteo en los alrededores de la Embajada de España entre fuerzas norteamericanas y francotiradores.

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