Abundancia

Por: Por Milcíades Ortiz Catedrático -

Estaba el domingo haciendo compras en un supermercado de San Francisco. Al acercarme a la sección de frutas, vegetales y verduras, llamó mi atención un grupo de cuatro personas de edad mediana, que cámara en mano recorrían el sitio. Uno de ellos llevaba su celular -cámara con una varilla que le permitía tomar fotos de diversos ángulos. ¿Qué fotografiaban con tanto entusiasmo? Los espacios llenos de artículos… Hacían comentarios en voz baja, asombrados por la cantidad que había. Cuando fotografiaban decenas de guineos maduros y verdes me acerqué llevado por mi curiosidad.

Escuché sus palabras y el acento me indicó que no eran panameños… ¡sino cubanos! Sin que me preguntaran les dije: “Aquí siempre hay esta abundancia en los supermercados”. Se asombraron de mi intervención. Como suele ocurrir, me fui por el “túnel del tiempo”. Cuando era un adolescente y admiré la lucha revolucionaria de Fidel Castro en las montañas, para derrocar al dictador Batista. Añadí que la realidad de Cuba siempre me interesó y por eso leía la revista “Bohemia” y hasta como estudiante escribí algo sobre la lucha idealista de Fidel.

Señalé que no me gustó que Castro se fuera al comunismo, como tampoco el bloqueo económico de Estados Unidos a ese país, que perjudica a su pueblo. Ellos me miraban con cierto asombro. Agregué que hace muchos años cuando diplomáticos cubanos venían a Panamá, se iban con las maletas llenas de… ¡papel higiénico¡ Comenté que es una lástima que en países como Venezuela y Nicaragua que se jactan de ser democráticos, sus presidentes se reelijan muchas veces, lo que es una dictadura disimulada. Lo peor es que afectan las condiciones de vida de sus habitantes, agregué.

Llegó una señora comentando que “había visto un pepino enorme”. Me la presentaron como una de las esposas de los caballeros. Indiqué lo que era profesionalmente, les di varios de mis artículos y expliqué que en esa abundancia y desarrollo lo que había en Panamá se debía a la circulación del dólar estadounidense. Aproveché para señalar que los gringos nos habían enseñado el “consumismo” y por eso teníamos tantas cosas para comprar. Les deseé suerte y los dejé continuar admirando la cantidad de comida del súper.

Pensé que a veces nosotros no apreciamos lo que tenemos. Nos la pasamos politiqueando, amargándonos la vida, y los gobernantes no cumplen debidamente sus responsabilidades. (Un gringo fue a Rusia y se jactaba que en su democracia podía ir a la presidencia a insultar al presidente y no te pasaba nada. Un ruso le dijo “yo puedo hacer lo mismo: voy al Kremlin y a gritos insulto… ¡al presidente de EE.UU. y no me pasa nada malo!”).

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