Trump la tiene con los inmigrantes pobres y miserables
Por Julio César Caicedo Mendieta.
La mirada del presidente de los EE.UU. es franca y lo dice todo. Yo conozco esas miradas como si fuera un brujo. Yo que lo pasaba metido en las 14 bases militares de los gringos que quedaron en la zona. Y que después de terminar con el recorrido de las ventas de equipos y de revisar todos los tableros de las licitaciones, incursionaba en los grandes restaurantes y nadie me decía nada y yo tampoco me sentía como un igualado, al fin estaba en mi país, pero a veces, algunos “empys” me miraban un poco tosco, como Donald Trump, pero al segundo cambiaban con una sonrisa media hipócrita como la de los “salvacuatro”.
Bueno, a Donald Trump le da mucha alergia la pobreza, el distinguido señor presidente de los Estados Unidos de América no es racista, él es: jodido. Y las expresiones de él, cuando se refiere a la turba de gente pobre que han mandado los comunistas de Centroamérica, porque no se equivoquen esa diáspora fue mandada a propósito.
Ahora, acá en Panamá no podemos criticar a Donald Trump si no quiere a los inmigrantes miserables, si uno de nuestros héroes máximos, el general Omar Torrijos Herrera y que nos tiene en la “jauja” de la plata, dijo delante de un montón de periodistas nacionales y extranjeros: ¡No, no, no, no quiero turistas mochileros! De manera que no podemos pretender convertir a Trump en DS, acuérdense los que han leído el Nuevo Testamento que nuestro Señor Jesucristo se rodeaba de pobres y buscaba enfermos, los abrazaba, los besaba, les daba alimentos, los amaba y nunca se ofendió con sus alientos ni pecuecas, como sí lo hacen muchos pastores y curas perfumados.
A veces me imagino convivir en una política global, que cuando un gobierno es tan malo que sus ciudadanos tengan que salir huyendo despavoridos, debiese existir una cláusula que permita a la organización mundial encargada, meterle seis pepazos, encargarse del país por cinco años y cobrarle algo a ese pueblo después de saneado del cáncer político.