Dos niños miran al mundo
desde una estrecha ventana
con la ternura que sólo
conservan esas miradas.
Conmovedor es el cuadro
porque sus rostros nos hablan
de muchos niños que sueñan
con todo lo que les falta.
Sueñan con tener juguetes
que tal vez jamás les hagan,
con vivir horas felices
que presienten muy lejanas.
Quizás ellos nunca vivan
la plenitud de la infancia
y dejen ya de ser niños
a esa misma edad temprana.
Por eso dicen sus ojos
que algo muy propio reclaman;
es como un grito anhelante
de niñez abandonada.
A pesar de la pobreza
que las ilusiones mata,
ellos nos dan la sonrisa
pura de la edad dorada.
Es sonrisa que conquista,
amor que quiebra montañas;
es el dolor transformado
en mirada de esperanza.
�Qué nos dicen esos niños
desde esa pobre ventana?
�Qué mensaje quieren darnos
con su sonrisa encantada?
Revelan que son de un mundo
sin rencor y sin venganza,
que a nadie culpan por verse
en desdicha y desventaja.
En vez de llorar sonríen,
en vez de quejarse cantan;
�pues su mirar es un himno
con música y voz del alma!
Estos versos que en 1981 escribió en Costa Rica el poeta cubano Luis Bernal Lumpuy nos llegan al corazón porque tratan sobre lo que más valoramos en esta vida: nuestros niños.
Seamos como esos niños. Pero al soñar con todo lo que nos falta, tengamos presente que lo que más necesitamos no son los regalos temporales que nos puedan dar los hombres sino el regalo que sólo Dios puede darnos: el de la vida abundante y eterna.
Ese es el único regalo que encierra el calor del hogar que sentimos cuando formamos parte de la familia de Dios en la tierra, y que nos abre las puertas del hogar celestial que �l ha preparado en su reino para los niños de todas las edades.