De las palabras y frases que más nos deben llamar la atención respecto a la voluntad del Dios de la Biblia, o sea el Dios de los hombres que la escribieron son por ejemplo: "Justos Pagaran por pecadores", lo que representa que ese Dios le cobra al justo y equitativo por todos los pecados e injusticias que cometen los malos y pecadores hombres. "Maldito el hombre que cree en hombres", lo que nos hace pensar que si no creemos en hombres no debemos creer en lo que ellos escriben o hablan, por que el verdadero Dios que cada persona encuentra, gracias al sufrimiento, al dolor, a la soledad y al silencio dentro de su corazón, es un Dios de Amor y, por tal, no podemos creer en un Dios que nos presentan como un mal padre, que gusta de ver sufrir a sus hijos, que los castiga, que es rencoroso, negador y que es capcioso y artificioso cuando los prueba diariamente para ver su corazón y su reacción.
Dice la Biblia que Jesús afirmó que cada vez que hubieran dos personas hablando de él o de su obra, él estaría allí, lo que nos hace analizar que el verdadero Dios no es un Dios vanidoso ni presumido ni egocéntrico porque repudia la vanidad y el orgullo, pero estos que se hacen llamar apóstoles y pastores dicen que a Dios hay que estar alabándolo todo el día, miles de hombres y mujeres cantándole las alabanzas, agarrados de manos, enamorándolo con cánticos de músicos y artistas que se hacen millonarios vendiéndolos, dando, como en las teletones, los diezmos y las ofrendas cada vez que el dueño de la iglesia se lo sugiere; mientras que miles de niños y de seres humanos se encuentran abandonados, ávidos de compañía, de palabras alentadoras, de ayuda, de solidaridad, muñéndose por un bocado de comida, tristes y solos. Pero ese verdadero Dios no se encuentra escuchando esos bullicios ni esos trabalenguas sino cargando y caminando de la mano con todos esos viles y menospreciados hambrientos y solitarios indigentes y pobres, poniendo a otro ser humanó como medio para que le aliente, poniendo un hombre de corazón puro y no bíblico para que le tienda la mano y lo ayude como verdadero hermano. El verdadero Dios lo encuentras amando al hermano como el � nos amó, amando prójimo como a uno mismo, haciendo obras para el bien. Nunca lo encontrarás al mantener a otros hombres que usan ese libro para vivir, ni en los locales ni en iglesias.