Nadie realmente se casa para después separarse. Esta es la realidad en el mundo de hoy, pero cuando hay oportunidad de arreglar las cosas, los seres humanos debemos intentarlo, sin embargo, no hay duda que los conflictos que se filtran solapadamente desembocan en la frustración o el fracaso de la vida familiar.
Hoy en día no podemos negar que los conflictos se hacen presentes. La mayoría de los matrimonios no toman en cuenta las consecuencias que origina un conflicto no arreglado. Un problema o un malentendido puede afectar la relación conyugal y, por consiguiente, terminan viviendo vidas frustradas. De hecho, los conflictos son como una pequeña chispa, que poco a poco comienza a arder hasta encender la llama que va quemando todo los esfuerzos y las esperanzas de un futuro incierto.
Especialistas en esta materia han dicho que muchos conflictos en el matrimonio son el resultado de vivir para agradarse a sí mismo en vez de vivir para agradar al Señor. Estos conflictos se pueden resolver y, realmente, son oportunidades para el crecimiento espiritual cuando se tratan de una manera bíblica.
Una de las formas de combatir los conflictos es la solución de cada problema que se plantea día a día. Hay dos elementos que deben formar parte de los fundamentos de un hogar cristiano, los cuales dan perpetuidad al matrimonio.
Estas se hallan resumidas en dos palabras significativas que, tanto el hombre como la mujer necesitan satisfacer imperiosamente. La necesidad de Seguridad de parte de ella y, de Significado de parte de él.
La Seguridad de ser: amada, protegida, aceptada y escuchada etc. En cambio el hombre en su necesidad de Significado necesita: respeto, propósito, metas y reconocimiento.
Aunque tu vida como pareja parezca un desastre, no desmayes.