Un tapete amarillo. Eso es lo que pudiera decirse que deja el guayacán cuando caen sus flores, al llegar su etapa de floración entre los meses de febrero y mayo, aunque para el mes de enero pierde totalmente sus hojas.
Este árbol, presente en diversos puntos del distrito de La Chorrera, ofrece a los ojos de propios y extraños un espectáculo. Las flores amarillas, sinónimo de vida y donaire, sirven además como un reloj ecológico.
En puntos como el Paseo Libertador, la vía que conduce a las oficinas de Correos y Telégrafos y el parque de la Iglesia San Francisco de Paula, son algunos en los cuales se puede apreciar la belleza de este árbol, el cual también se encuentra en países como México, Colombia, Venezuela y las islas de las Perlas.
No obstante, desde algunos edificios altos de La Chorrera se puede observar el espectáculo que ofrece el guayacán florido, como si la mano del pintor dejara caer chorros de color amarillo, en un punto y otro.
Para sorpresa de muchos, este árbol puede llegar a alcanzar los 100 años y medir los 15 metros de altura. Lamentablemente el desarrollo turístico que existe en este distrito ha ido acortando la vida de muchos de estos árboles, cuya madera es también apreciada para la elaboración de muebles.
Años atrás, un legislador de este circuito regaló semillas de guayacán, muchas de las cuales se convirtieron en los frondosos árboles que hoy se contemplan en muchos puntos de La Chorrera.
La belleza de este árbol ha hecho que muchas personas los siembren en sus patios y en lugares público.